FIRMA INVITADA

El clima de Aragón se decide en Egipto

Este verano tan excepcional puede ser una buena representación de los veranos por venir

Víctor Viñuales

La vigesimoséptima cumbre del clima (COP27) se celebra este año en Egipto. Posiblemente muchos de los millones de personas que este verano medían la temperatura de sus dormitorios ignoran la existencia de esta reunión mundial. Posiblemente muchos de los agricultores aragoneses que este verano, por la ola de calor de mayo, vieron cómo se evaporaba una buena cosecha de trigo también ignoran este encuentro mundial. Y, sin embargo, el futuro de la economía y la vida de los millones de personas que habitamos este planeta dolorido depende del éxito o fracaso de la cooperación internacional para frenar el cambio climático.

«El nuevo clima» ha mostrado los gravísimos daños que puede causar tanto en países lejanos –las inundaciones en Pakistán fueron devastadoras– como en nuestro entorno más próximo. Hemos visto este verano cómo España ardía en incendios inapagables; cómo nuestros arroyos, ríos y embalses se secaban; cómo nuestros dormitorios y nuestras plazas se tropicalizaban… Y hemos escuchado que este verano tan excepcional puede ser una buena representación de los veranos «normales» por venir…

Tenemos todas las razones para que esta cumbre del clima de Egipto fuera la definitiva, aquella en la que se adoptaran los acuerdos necesarios para que la temperatura de la Tierra no suba más de 1,5 °C. Los informes científicos subrayan la necesidad de que reduzcamos las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad para el año 2030. Hay que actuar ahora.

Y, sin embargo, se está dando una guerra en Ucrania, los bloques geopolíticos están muy enfrentados, somos testigos de una escalada de precios de la energía constante, la inflación crece en muchos países… No soplan buenos tiempos para la cooperación internacional. Este es el contexto en el que se celebra esta COP27.

Por ello, el mundo necesita que este encuentro afronte dos grandes temas:

La adopción de planes de reducción de emisiones que aseguren que la temperatura de la Tierra no suba más de 1,5 °C. Este objetivo está todavía lejano. Con los compromisos comunicados en la COP26, en Glasgow, la temperatura de nuestro planeta podría subir más de 3 grados. Y eso sería terrible. Ya hemos superado el 1,1 °C, y ya estamos sufriendo catástrofes climáticas muy dañinas. Cuesta imaginar qué veríamos con una subida de 3 grados... Pero solo 26 países han actualizado sus compromisos nacionales desde la última cumbre.

La creación de un efectivo esquema financiero para compensar las pérdidas y daños que el cambio climático causa a los países que sufren las consecuencias del cambio climático sin haber participado apenas en la generación del efecto invernadero. Honduras, por ejemplo, tiene unas emisiones apenas superiores a una tonelada de carbono por persona y año, mientras que en Estados Unidos cada persona emite de media 16. Los países del Sur Global gritan con razón que existe una gran injusticia climática intrageneracional.

Un gran problema para lograr estos dos objetivos es el esquema de toma de decisiones en estas cumbres de Naciones Unidas: el consenso y la unanimidad por parte de los más de 190 países que asisten. Con la enorme diversidad de intereses particulares que existen dentro de la comunidad internacional es muy complicado lograr este consenso. Por eso, en las últimas COP se está abriendo un nuevo camino: los acuerdos voluntarios que adoptan los pioneros climáticos. No esperan a incorporar a todos los países o a todas las empresas o a todos los municipios…

Desde el punto de vista de Ecodes, las cumbres del clima se han convertido en la reunión anual mundial de muchos de los constructores de la economía neutra en carbono que el mundo necesita con urgencia. Por eso asistimos, para aportar nuestra pequeña parte al cambio global. Si todo el mundo aporta, frenaremos el cambio climático más catastrófico. Esa es nuestra esperanza.

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