SALÓN DORADO

Un cenagal

José Luis Corral

José Luis Corral

Semana tras semana algunas de sus señorías (diputados en el Congreso, senadores y diputados autonómicos) ofrecen desde los escaños de sus parlamentos espectáculos deleznables y bochornosos. Cada día se escucha a unos y a otros insultar a los rivales políticos con expresiones que avergonzarían a una pandilla de vikingos borrachos. «Criminales, terroristas o fascistas» son apelativos que se emplean de manera cotidiana, y tampoco faltan calificativos menos duros como «inútiles, impresentables o mamarrachos». Y no solo se trata de esos insultos y descalificaciones personales y colectivas, sino también de la actitud macarra, maleducada y grosera con la que algunos se comportan desde sus escaños mientras alguien está hablando en la tribuna. Pareciera que varios de esos parlamentarios no tuvieran otra ocupación que interrumpir al orador del partido contrario con pataleos, imprecaciones, abucheos y gestos despreciativos, con la única intención de despistar a quien ocupa en ese momento el estrado. Se comportan más como hinchas forofos que como dignos representantes del pueblo español. Esta semana una diputada de Vox ha descalificado a la ministra de Igualdad aludiendo a que su único mérito para estar en política es haber sido pareja sentimental del exvicepresidente del Gobierno, olvidando que la ministra también es diputada y, por tanto, ha sido elegida en las urnas por los votantes.

Es cierto que las listas se elaboran por los aparatos de los partidos, y que son los líderes de cada formación quienes deciden quién va y quién no en cada candidatura, pero eso vale para todos, incluida esa señora diputada de Vox, que si ha ido en un puesto de la lista para salir elegida ha sido por decisión de su jefe, ni más ni menos.

La democracia española tiene carencias y defectos considerables, la incompetencia y falta de preparación de muchos políticos son dos bien patentes, además del sistema de poder que opera dentro de los partidos, que propicia que unos pocos dirigentes (en ocasiones una sola persona) controlen el partido a modo de verdaderos tiranos. Recuerden si no dónde suele ir a parar el sistema de primarias cuando uno de esos sátrapas consigue hacerse con el poder: a la basura.

Lamentablemente, en muchos medios de comunicación el lenguaje que se emplea para referirse a algunos políticos todavía es mucho más soez y burdo que el que se escucha en los parlamentos. Y así, la práctica de la política en España sigue alejándose de la mayoría de la gente, que asiste atónica a semejante cenagal.

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