DELANTE DE TUS NARICES

Soto Ivars, la ironía y sus enemigos

Daniel Gascón

Daniel Gascón

Cuando unos periodistas le preguntaron si pensaba que iba a ganar el Oscar por El discreto encanto de la burguesía, Luis Buñuel contestó: «Claro que sí, ya hemos pagado la mitad del soborno y los americanos son gente de palabra». El productor, asustado, le pidió que se retractara. Por supuesto, no lo hizo. Cuando finalmente obtuvo el premio, Buñuel dijo: «Ya avisé de que eran gente de palabra». Buñuel, ha escrito Fernando Trueba, es el mayor bromista de la historia del cine. Y es también uno de los ídolos de Anónimo García, un zaragozano que fue el impulsor del colectivo Homo Velamine. Anónimo García se define como ultrarracionalista. Escribe: «Exploro la legitimación del poder en la comunicación de masas a través de la ideología y la desinformación». Muestra la estupidez y la hipocresía de los medios y de nosotros con ellos; para ello emplea el humor y las debilidades de los propios medios (el descuido, el sensacionalismo, la prisa). Anónimo García tiene que ver con el situacionismo, con Joey Skaggs y con los Yes Men; también tiene algo de Alan Sokal somarda. Entre sus acciones están Hipsters por Rajoy (donde aparecieron vestidos de hipsters para jalear a Rajoy: Ano, Ano, Ano, Todos con Mariano), la invención de un grupo de Feministas por Esperanza Aguirre (los supuestos activistas se hacían una foto con la dirigente, ataviados con camisetas con las iniciales de su organización ficticia: FEA), unos anuncios de prostíbulos en un congreso, la colocación de una gigantesca bandera española en una manifestación del 8-M («Viva España feminista»), unos guiris que reclamaban el derecho a votar por la independencia de Cataluña para el que hubiera pasado unos días en la comunidad. Hay una mezcla de perspicacia e ingenuidad en la mirada de García, un elemento casi infantil: en el juego, con su mezcla de creatividad e intensidad, en la falta de automatismos, en la capacidad de sorprenderse, y también en la tendencia (a veces peligrosa) a la chorrada. El colectivo Homo Velamine lanzó una web entre los días 3 y 5 de diciembre de 2018 que ofrecía un paseo guiado por los lugares por los que habían pasado los miembros de la Manada con la víctima de la agresión. Publicitaban calcomanías que imitaban el tatuaje de uno de los condenados, camisetas o reservas en el hotel en el que habían intentado alojarse. Pretendían reflejar el sensacionalismo con que los medios habían tratado el asunto. Algunos medios mostraron su indignación: unos depravados ofrecían un tour por los escenarios de un crimen atroz. (A menudo no contaban que el tour era ficticio, ni el propósito de la web). Una consecuencia indeseada de la página era el daño que la publicación podía ocasionar a la víctima. En 2019 García fue condenado a un año y seis meses de prisión por «trato degradante», más 15.000 euros en concepto de responsabilidad civil. También perdió su trabajo en Greenpeace. El Tribunal Supremo ratificó la sentencia; hay una demanda de amparo ante el Constitucional. En Nadie se va a reír. La increíble historia de un juicio a la ironía (Debate), que se presentó ayer en Zaragoza, Juan Soto Ivars cuenta la historia de Anónimo García y su condena delirante: en un inverosímil engranaje de incomprensión, no es que no se valore la libertad de expresión satírica; a veces ni se detecta la sátira. «No se le condenó por el contenido de la web, ni por su intención real, sino por una de sus posibles lecturas, errónea para más señas», escribe Soto Ivars en este ensayo apasionante y generoso que cuenta quién es un personaje singular, describe una injusticia inverosímil y denuncia los peligros de la mente literal.

Suscríbete para seguir leyendo