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Zona franca

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Zona franca / Juan Bolea

Juan Bolea

Juan Bolea

El recién nombrado presidente de la Cámara de Comercio de Zaragoza, Jorge Villarroya, acaba de lanzar una idea interesante: convertir la capital aragonesa en zona franca.

«Puerto franco», que sonaría mejor, no podría ser, al carecer Aragón de otro mar que los restos de aquel prehistórico océano cuyas calizas y arenas, antaño fondos marinos, desecan hoy la cuenca del Ebro con el color y encanto del desierto; y aunque allá por la dominación romana Cesaraugusta tuvo puerto fluvial, deberemos, muy a nuestro pesar, seguir contentándonos con la nostalgia del mar Mediterráneo, tan cerca y tan lejos a la vez.

La Cámara zaragozana, consciente de nuestra potencia geopolítica, y de que el entorno de la capital aragonesa si por algo se ha consagrado en las dos últimas décadas ha sido por su crecimiento en logística internacional, propone que en las instalaciones del aeropuerto se agregue una «zona franca» (próxima pero independiente del área aduanera).

En esa nueva y protegida instalación, las mercancías no tendrían que pagar aranceles ni gastos de importación, facilitando así un mayor y más cómodo almacenamiento, tránsito y distribución de toda clase de productos procedentes de toda clase de países, reforzando la actividad aeroportuaria, captando inversiones nacionales y extranjeras y añadiendo nuevos atractivos y usos a la actual plataforma logística. Los expertos de la Cámara sugieren que, además, se permitiera en dicha zona franca llevar a cabo la transformación y fabricación de productos que utilizasen materias primas importadas de otros países, y cuyo destino fuera el comercio exterior.

La concesión de una zona franca para Zaragoza correspondería al organismo competente, no otro que el Ministerio de Hacienda. La postura o presión del Gobierno aragonés, lógicamente, influiría en la decisión ministerial, si es que formalmente se le plantea desde la Cámara, desde la Diputación General o desde ambas instituciones al alimón. Parece un objetivo factible y sería un paso más para reforzar una infraestructura que crece prodigiosamente, que alimenta ya miles de puestos de trabajo, y que podría sostener en un futuro muy próximo la gran plataforma de distribución del sur de Europa.

Con su zona franca, ¿por qué no? .

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