EL ARTÍCULO DEL DÍA

La verbena del parlamento europeo

En ocasiones, el bien común se convierte únicamente en el bien propio de unos pocos

Rafael Campos

Rafael Campos

Ha salido la última en el Parlamento europeo –o la penúltima, ya veremos– pero al parecer ha habido más. En 2017 se blanqueó Azerbayán, que pagó su chapa y pintura con 2.500 millones de euros; cabe sospechar que se repartirían alícuotamente una pasta gansa entre los blanqueadores, porque se conoce que había mucho que blanquear. Pero ha vuelto a ocurrir, Qatar y Marruecos han vuelto a traer y llevar maletines, según parece.

La última pues, decíamos, es la trama de la vicepresidenta de parlamento europeo, una de las catorce (¿catorce, oiga?); catorce, catorce; mas otras cinco plazas que tenemos para los llamados «cuestores», que están para ayudar a los más de 700 diputados, cada uno de los cuales, además y a su vez, tiene pagados hasta tres asistentes, pudiendo ser hasta cuatro, con un presupuesto asignado de 25.620 euros al mes, sumados a los 15.000 de sueldo y complementos de cada diputado. Dicho de tirón se queda uno sin aliento en más de cuarenta mil por miembro. Debe de salir más o menos a dos mil el kilo de responsabilidad.

La trama en cuestión ha salido en todos los telediarios, con una señora resplandeciente perteneciente al PASOK, el partido socialista griego, como cabeza mas visible, y luego su novio, su padre y otro maromo que estaban al parecer en el ajo, y la cosa está por completarse, que al parecer hay más invitados al paseíllo de los maletines.

Uno, claro, se escama con estas cosas y atiende a lo que sale de ese lugar tan estupendo que tiene sus sedes en el mismo corazón de Europa. Y enseguida, en este mismo periódico, aparece un espléndido informe del día 26 de diciembre que ilustra con detalle lo que se cuece entre Bruselas y esa cosa que creo que se hace llamar Gran Ducado de Luxemburgo, esa broma de país de jauja que ha ido quedando en los trasiegos de las casas reales de Europa durante siglos. Ahí mismo, en ese paraíso fiscal, han puesto el centro de poder de la UE, y desde ahí se gobierna parte de la propia Unión. Ante el Parlamento Europeo hay acreditados más 2.200 grupos de presión, de interés, o lobis, como se llaman, y todos ellos destacan a miles de trabajadores que se reúnen con los legisladores para «ilustrarles» a la hora de legislar sobre cualquier asunto. Todo ello pagado por empresas privadas, pensando en el bien común, naturalmente.

A veces, como en el caso que comentamos más arriba, el bien común se convierte en el bien propio de unos pocos, un riesgo que no hay institución que pueda sortear del todo y para siempre; qué nos van a decir a nosotros, los españoles de nuestra eterna España cañí, con su Consejo General del Poder Judicial (CGPJ, y sus puñetitas y su canesú.

Lo que llama la atención, y la llama a gritos, es que la señora vicepresidenta dijera lo que dijo sobre Qatar en la tribuna del parlamento, sobre lo bien que iban las cosas en ese país en cuestión de derechos laborales (miles de muertos mediante), recogiera sus papeles y se fuera tan ufana a por el maletín, y no pasara nada en el graderío del parlamento. Igual un día llega alguien dice que hay que volver a quemar a Servet en la hoguera y, abstraídos en sus altísimas ocupaciones, nadie levanta la cabeza del informe preparado por sus asistentes sobre las bondades del mundial de la futbolina en Qatar, concentrados entre si Messi o si Mbappé, y aterrorizados por la turra de los argentinos si ganan o por la turra de los argentinos si pierden.

No obstante –no obstante– y a pesar de la cantidad de inútiles que mandamos de meritorios a por la jubilación dorada en aquellos palacios descomunales, esta Europa es lo mejor que hemos logrado, al parecer, después de las decenas de millones de muertos en las dos escabechinas bélicas del pasado siglo; así que todo el mundo quieto en la mata, que levantas las mirada por encima de las alambradas y las concertinas y el pavor asoma por los cuarto puntos cardinales de mi España. Conque aunque veamos a miles de sujetos bien pagados por empresas privadísimas «asesorando» con maletines a los honorables diputados europeos para que legislen por nuestro bien, tengamos presente la acrisolada honestidad de los próceres, que impasible el ademán y firmemente apoyados en su reciedumbre moral, no contemplarán otra cosa que nuestro interés y bienestar y permanecerán incólumes, firmes en sus recias convicciones, y rechazando con olímpico desdén cualquier tentación que los desvíe de su insobornable idea de Eurovisión; digo de Europa coño; de Europa.

Amén.

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