COSAS QUE PASAN

Hombres importantes

Margarita Barbáchano

Margarita Barbáchano

Todos ellos podían haber llegado a este año 2023 que celebramos como Nuevo. Eran hombres importantes, necesarios y oportunos. Eran hombres rabiosamente contemporáneos. Y con ellos aquí los aragoneses nos sentiríamos más seguros, más acompañados y hasta más alegres.

José Antonio Labordeta, Emilio Gastón, Eloy Fernández Clemente, Ángel Guinda y Joaquín Carbonell ya no están pero su legado sí. Y yo que tuve la inmensa suerte de conocerlos y tratarlos quiero evocar aquí algunos recuerdos que me vienen a la memoria al pensarlos en esta mañana nublada y fría de enero.

Si pienso en Emilio Gastón entro de lleno en la misma niebla del pueblo de Camelle en la Costa de la muerte. Era verano y la bruma atlántica empezaba a levantarse. De pronto vislumbré a lo lejos una figura grande que se dirigía hacia mí con los brazos abiertos y la sonrisa acogedora. «¡Barbáchano!», gritó, «pero qué haces tú aquí». Carmen y él nos aconsejaron una taberna para comer pulpo, que resultó excelente.

De José Antonio Labordeta guardo como un tesoro su dedicatoria cuando presentamos la primera edición del libro Al levantar la vista hace 15 años en el centro Pignatelli: «Para la pesada de la Barbáchano que ha escrito esta hermosura». Siempre refunfuñaba cuando tenía que hacerse fotos en Spectrum; pero era el primero que llegaba y sus ojos tiernos iluminaban el estudio.

Con Ángel Guinda los encuentros eran siempre divertidos, cariñosos y ocurrentes. Estar con él y con amigos escuchándole al cobijo de un bar era lo más parecido a la felicidad. Recuerdo cuando recibió el premio de Las Letras Aragonesas y tras hablar brevemente abandonó el micrófono, cogió un rotulador gordo y escribió en la pantalla «Pinochet, pedo de trueno», con letras grandes, rabiosas, decididas. Eran la marca de la casa. El poeta más enorme que ha dado esta tierra escribía sus primeros poemas en los muros de las calles y en los puentes.

Eloy Fernández Clemente infundía respeto. Recuerdo que siendo yo una joven e inexperta periodista me acerqué a Andalán para hablar con él y pedirle trabajo. Me dijo muy serio que tenía que escribir y publicar más y que entonces volviera. Me sentí fracasada. Hoy valoro su consejo y su más reciente mensaje dirigido «a esas generaciones recientes, amenazadas por el paro, la desesperanza, la crisis económica, para que no pierdan esa conciencia crítica que alumbró esta tierra».

Y del hombre de Teruel, Joaquín Carbonell, que se fue antes de tiempo en plena pandemia con la vida llena de proyectos, de ideas que proponer, de llamadas a los que mandan, disfrutando de los honores y reconocimientos que le llegaban ya, todavía a tiempo de emocionarse y celebrarlos intensamente. Era un hombre brillante, ocurrente y elocuente; ya fuera cantar, componer, escribir novelas o en sus crónicas periodísticas, hablar, actuar, organizar cultura en cualquiera de sus facetas. A todo se atrevía y lo hacía bien, porque se preparaba para ello. El tipo más listo que he conocido. «Pa qué más», era su frase.

Suscríbete para seguir leyendo