IR DE PROPIO

Yo fui siempre de Melchor

Laura Bordonaba

Laura Bordonaba

No recuerdo si teníamos una consigna para decidir con qué jugábamos, o cómo empezábamos el juego. De pronto las piezas de aquel fuerte junto a los indios y los vaqueros aparecían en el suelo de la terraza que hacíamos nuestra los veranos. Botilde y un aro de Hula hoop colgaban de un clavo de la pared. En invierno trasladábamos los cuartos de juegos a cualquier otra habitación de aquella casa, la primera en la que vivimos. Un enorme garaje con rampas en la habitación de mi hermano. Quién es quién en la cocina, un Scalextric desplegado en el salón. Muñecos en mi habitación.

Quien juega sueña, y quien sueña, vive. Los juegos son como los olores. Son anzuelos y anclas que nos llevan a épocas en las que fuimos felices. Los juegos son tiempos, estancias y personas.

Los Lego son mi hermano y yo. Quimicefa es mi prima Marta. Misterio y Magia Borrás son mi prima Begoña. Los juegos son también lugares. Simón y Enredos o Juegos Reunidos Geyper son la casa en Zuera de mis abuelos paternos. Monopoly es la casa de mi tía Petra, la hermana de mi madre, y la oca y el parchís serán siempre Huesa del Común, el pueblo de mi familia materna. Serán los veranos en el patio alargando la tarde y protegidos del calor.

La rueda de la moda, una cabeza a la que le crecía el pelo y podías maquillar, Barriguitas, Nancy y Leslie y una Barbie de cuerpo imposible. Y Legos, muchos legos. Si tuviera que elegir un solo juguete me quedaría con todos los Lego que pasaron por nuestras casas y nos acompañaron hasta que fuimos mayores. Cuidar a una muñeca, enfadarte con tu hermano porque le ha arrancado la cabeza al peinarla, aprender a querer ganar y jugar al rol de mujer triunfadora en el Monopoly, o a construir hoteles en Hotel, con nombres tan exóticos como Taj Mahal. O jugar con un Telesketch a dibujar cosas que no sabías ni que existían, o mirar con un caleidoscopio universos de plástico de colores. Y libros, muchos libros en la noche de Reyes. Puck, Esther y su mundo, Los cinco, o cantidad de libros de El Barco de Vapor.

Todavía me quedo embobada cuando paso por el escaparate de una tienda de juguetes y veo las casas de muñecas. Esas vidas en miniatura que me hacen pensar en la novela de George Perec: La vida instrucciones de uso, que nos muestra la vida de los habitantes de un edificio situado en el número 11 de la calle Simón-Crubellier, en el distrito 17 de París. ¿Sabéis que las piezas de Lego pueden sobrevivir más de 1.300 años en el océano? Quizás todavía pueda construir esa casa.

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