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La buena educación

Juan Bolea

Juan Bolea

Entre los modales y la buena educación media precisamente esta última, la educación. Unos no incluyen la otra. Se pueden tener unos magníficos modales y ser un perfecto maleducado con los demás. Una buena educación depende, sobre todo, de la recibida en los colegios, en las casas, por los profesores y padres durante los primeros años de la vida de cualquier individuo.

Precisamente de la educación recibida, no por un cualquiera, sino por uno de los grandes genios de la historia de Europa, Johann Wolfgang Goethe, versa el nuevo ensayo de Stefan Bolmann, Goethe y la experiencia de la naturaleza (Ariel).

En sus capítulos iniciales, el autor nos recuerda las asignaturas que el niño Goethe trabajó con sus tutores: lenguas clásicas (incluido el hebreo), historia, geografía, álgebra, filosofía, religión, botánica… Hasta que un buen día se cansó de obedecer el programa de estudios de las universidades alemanas y austríacas y se emancipó para continuar sus aprendizajes y orientar sus conocimientos por cuenta propia. Nacería entonces aquel impulsivo, romántico y joven Goethe de la corriente Sturm und Drang que se ofrecería como indisimulado trasunto a aquel otro imaginario y novelesco «joven Werther» nacido de su pluma, cuyas desventuras conmocionarían a la juventud de la época por su dramatismo y profunda y oscura poesía. Ideas de metamorfosis, de fatalidad, circularidad y destino que Goethe había ido destilando de sus observaciones de los bosques, ríos, montañas, de los cielos, de la naturaleza, en general, en un campo casi infinito de observación que agudizó sus sentidos eliminando de su filosofía personal toda trascendencia gratuita.

De ahí, por ejemplo, sus reflexivos estudios sobre el terremoto de Lisboa, sobre los colores, sobre la forma y evolución de las nubes o sobre el medio natural en sí, comprendida la naturaleza como un todo, una unidad entrelazada por causas infinitas, un poco a la manera en que la entendió uno de los filósofos clásicos que más influirían en Goethe, Baruch Spinoza.

Una inmersión en el análisis clásico de los fenómenos naturales de la mano de un fenómeno humano: el autor de Fausto.

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