TERCERA PÁGINA

La misteriosa aurora boreal de la guerra civil

Se manifestó durante la madrugada del martes al miércoles, 25 a 26 de enero de 1938 e iluminó durante horas la noche de toda Europa

Luis Negro Marco

Luis Negro Marco

Han pasado 85 años desde que aconteciera aquel extraño fenómeno atmosférico. Aquella tan extraordinaria como inquietante aurora boreal inundó de luz la noche de toda Europa, desde Noruega hasta Portugal. En España se manifestó desde las 9 de la noche del martes, 25 de enero de 1938, hasta las primeras horas del día siguiente.

En un primer momento el negro de la noche se tornó en un intenso color rosado, que en seguida comenzó a mutar –recorriendo toda la gama de los colores del arco iris– desde el rojo hasta el violeta. La espectacularidad de aquella noche hermosa se vio adornada por luminosas pantallas de color blanco que, de vez en vez, rompían el fantasmagórico lienzo de colores, proyectando haces de luz que iluminaban la bóveda terrestre.

Las autoridades de varios países de Europa informaron al día siguiente, a través de los periódicos, que se habían dado numerosos casos de pánico entre la población, viendo en aquella aurora una premonición de terribles acontecimientos futuros. Otros, por el contrario pensaron que aquello era un presagio de abundancia para el 1938 que acababa de comenzar. En algunas regiones agrícolas de Yugoslavia, los campesinos salieron espantados de sus casas y arrodillados se pusieron a rezar. Lo mismo habían hecho los labradores de la región francesa de Bretaña, con el fin de conjurar la amenaza de plagas desconocidas para las cosechas que aquel misterioso fenómeno atmosférico creían que anunciaba. Y es que, según los astrónomos de la época, la luz de aquella extraña noche boreal llegó a ser tan intensa que en los bosques de Austria y en los Apeninos de Italia, los leñadores continuaron talando árboles como si de día lo estuvieran haciendo, al tiempo que se informó de que habían sido muchos los pueblos y ciudades donde los bomberos habían sido requeridos para dominar incendios que habían resultado ser imaginariamente fatuos.

Por lo demás aquella espectacular aurora boreal, que coincidió con la aparición –tan solo unos días antes de que se produjera– de una enorme mancha en el sol, estuvo acompañada de una alta emisión de electrones solares que afectó a los sistemas de comunicaciones telefónicas de toda Europa, así como al correcto funcionamiento de las brújulas, errantes mientras duró el misterioso fenómeno.

Mientras, en España, la aurora boreal del 25 al 26 de enero de 1938 tuvo lugar cuando nuestro país se desangraba tras 19 meses de una guerra civil a la que aún restaban 14 meses más para finalizar. Pero lejos de ser interpretado aquel fenómeno como una señal de Dios para la paz, al día siguiente los diarios informaban de sendos bombardeos aéreos de las fuerzas rebeldes sobre el puerto del Grau de Castellón y la ciudad de Valencia, que se habían cobrado la vida de decenas de personas y provocado centenares de heridos.

En Aragón, la ciudad de Teruel que había sido conquistada a comienzos de enero de 1938 por el ejército de la República, estaba siendo sometida desde el 17 de ese mismo mes a encarnizados combates desencadenados por el ejército de Franco, que intentaba recuperar el control de la ciudad. El 22 de enero su 5ª División había conquistado la cima del Muletón, alcanzado las posiciones de la Venta de Lino y la de Pirala y avanzado por la ribera oriental del Alfambra, en línea con la carretera de Teruel a Alcañiz. A su vez, las poblaciones de Tortajada y Villalba Baja estaban siendo escenarios de intensa lucha. Teruel, que sería reconquistada por las tropas de Franco el 22 de febrero, había pasado de ser un Verdún (guerra de posiciones) a un Marne (guerra de movimientos) durante el que tuvo lugar la última carga de caballería victoriosa de la guerra moderna (7 de febrero de 1938, conocida como Batalla de Alfambra), la cual dirigió el general Monasterio.

La aurora boreal de 1938 y el mensaje de Fátima

Entre los meses de mayo y julio de 1917 (cuarto año de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918) se produjo en Portugal el célebre milagro de la parroquia de Fátima, en el que la Virgen se apareció a los niños pastores Jacinta, Francisco y Lucía. Fue a ellos a quienes la Virgen reveló los tres célebres secretos de Fátima. En una de sus seis apariciones, la que tuvo lugar el 13 de julio de 1917, la Virgen les dijo a los niños que aquella guerra (la Primera Guerra Mundial) acabaría, pero que si la humanidad seguía ofendiendo a Dios, no pasaría mucho tiempo sin que estallase una nueva y más terrible guerra.

La Virgen les habría dicho que una señal en el cielo anunciaría su comienzo: «cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la señal que os da Dios de que está próximo el castigo del mundo por sus muchos pecados, mediante la guerra y el hambre».

Más tarde, cuando se le preguntó a Lucía dos Santos (1907-2005), la niña más longeva de los milagros de Fátima (los hermanos Jacinta y Francisco Marto murieron a los 10 años de edad durante una de las mortíferos epidemias de gripe que asolaron Europa entre 1918 y 1920) cuándo apareció la señal que anunció la Virgen como preludio del comienzo de la nueva gran guerra, la pequeña Lucía dijo que aquella señal fue la aurora boreal que iluminó Europa en la noche del 25 al 26 de enero de 1938. Hablando de ella, la lúcida niña Lucía dijo a sus papás: «Será una guerra horrible, horrible».

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