Sexo, historia y política

José Luis Corral

José Luis Corral

Las portavoces de los ministerios de Igualdad y de Derechos Sociales andan día sí día también sin parar de mentar el sexo. Alegan que en España «no se hablaba de eso». No sé en qué país viven, porque desde hace siglos, y aunque durante el franquismo se hacía en voz baja y en privado, no se ha dejado de hablar de este noble «conjunto de peculiaridades» que constituyen el sexo y las relaciones sexuales, según reza una definición poco académica.

Como una obsesión irredenta, ministras, secretarias de Estado y directoras generales animan a las mujeres a que busquen otras maneras de disfrutar del sexo que no sea la «machista» penetración. Presentan su propuesta en materia sexual como si se tratara de una auténtica novedad revolucionaria, inédita en la historia de la humanidad hasta que ellas llegaron al poder; piensan que están de vuelta de todo sin haber ido a ninguna parte. Desde luego, su ignorancia en muchos temas es supina, porque, al parecer, no se han enterado de que desde que existen registros escritos, hace ya casi cinco mil años, el personal no ha dejado de tratar el sexo y la sexualidad con tal naturalidad que difícilmente comprenderán estas políticas.

El sexo ha sido sustancial y necesario desde que aparecieron organismos complejos en la Tierra, allá por el periodo Ediarcáico, hace unos 580 millones de años, cuando una especie de fractofusus, perteneciente al grupo de los rangeomorfos, descubrió que era más divertido reproducirse por contacto directo que a distancia, como se hacía hasta entonces, a la manera de los helechos y las setas. Ya entenderán la expresión lúdica pues estoy hablando de placer; uso este eufemismo para que lo entiendan incluso las responsables ministeriales.

Tuvieron que pasar 150 millones de años más para que estos protoanimales evolucionaran y se diferenciaran en machos y hembras; el primer macho documentado es un minúsculo ostrácodo de 2 milímetros, no se rían, que vivió en las costas de lo que hoy es Inglaterra a comienzos del periodo Silúrico.

Hace unos 2 millones y medio de años, aunque los datos de la Paleoantropología cambian día sí día también (en esto se parece al Gobierno), los primeros homínidos dotados de alguna inteligencia y cierto raciocinio averiguaron, supongo que a base de práctica, que, además de para reproducirse, «hacer el amor» daba mucho gusto, aplacaba el mal humor, relajaba la tensión y dejaba al personal más contento que unas castañuelas. Y así ha sido hasta que han llegado semejantes lumbreras a estos ministerios.

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