Sala de máquinas

El arte de Pinocho

Juan Bolea

Juan Bolea

Las relaciones entre el Partido Popular y Vox coparon buena parte de la actualidad política de la pasada semana. ¿Y cómo son estas relaciones? Cuando menos, abiertas. Por un lado, los populares se abstuvieron en la moción de censura, manifestando una posición táctica proelectoral. Por otro, Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio escenificaron en Madrid una ruptura táctica preelectoral. En un tercer y desordenado orden de cosas, Santiago Abascal y el presidente popular de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, coincidieron en elogiar al gobierno mixto de Castilla y León como modelo de alianza a seguir entre la derecha moderada de Feijóo y la derecha radical de Tamames.

Consecuentemente, entre Vox y el PP cabría el voto positivo, el voto negativo y la abstención. El apoyo, la negación, la neutralidad... El amor, la traición, la indiferencia... Pero este ejemplo de esquizofrénica división estratégica dentro de la sólida unidad de bloques no es un fenómeno exclusivo de la derecha. También en la izquierda hay relaciones abiertas e intercambios de parejas. En los Gobiernos de Pedro Sánchez o de Javier Lambán se ven asimismo discrepancias, desavenencias, posiciones encontradas, oposición interna y navajeo... dentro de la unidad marital.

¿Influyen esos adulterios en el ciudadano de a pie a la hora de fidelizar su voto? No parece fácil llegar a una respuesta unitaria sobre el impacto individual de la hipocresía y desintegración de la casta, sobre los efectos de la degradación de la política española en la conciencia del votante. Habrá españoles tan irritados con sus representantes que no irán a votar este año, o que lo harán con una pinza en la nariz para que el olor de la mentira no les impida acercarse a las urnas. Pero otros muchos, seguramente los más, mantendrán el apoyo a sus siglas, disculpando tácitamente las contradicciones y pecadillos de sus líderes. En la política española, ni la mentira ni la trampa están penadas. En algunos casos, el arte de Pinocho se presenta como virtud.

¿Mienten los líderes? La hemeroteca demuestra que sí. Pero serán mentirijillas de nada, matices, cambios de opinión... No pasa nada. No hay denuncias, no hay dimisiones. Si a alguno lo pillan con un pufo más serio pone cara de no haber roto un plato, pide perdón y sigue a lo suyo.

La verdad, en política, ya no existe. Sólo el acontecer.

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