SEMANA SANTA DE ZARAGOZA

Y se hizo el silencio

Veneración del Cristo de la Cama.

Veneración del Cristo de la Cama. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Fernando Forniés

Fernando Forniés

Hoy me voy a permitir sugerirle que me imite, para lo cual tendrá que madrugar un poquito y acercarse a primera hora hasta la plaza del Justicia a velar el cuerpo sin vida del Cristo de la Cama en su Sepulcro, en una escena que, sin lugar a dudas, le resultará sobrecogedora. Le invito igualmente a pasar unos minutos “a solas” con Él, a que trate de abstraerse de lo que le rodea y tener un ratito de reflexión en silencio. En ese silencio atronador que lo llenó todo cuando el último de los tambores calló tras el gran cortejo fúnebre del Santo Entierro.

Dedíquese también a admirar los Pasos que todavía están en el interior de la iglesia y a ver los actos de vela que las cofradías de Zaragoza harán allí, pero, sobre todo, salga a la plaza para recibir a una Madre que, en su Soledad, se acerca hasta este Sepulcro a ver a su Hijo. Salga y estremézcase con el silencio roto solamente por el tañido de dos pequeñas pero pesadas campanas de bronce que gritan el dolor que siente esa Madre mientras avanza desde la iglesia de San Pablo hasta la de Santa Isabel.

Acompañe a las Esclavas de María Santísima de los Dolores en su acto ante el Cristo de la Cama y, después, vaya con ellas hasta el Santo Sepulcro en San Nicolás de Bari, donde, de nuevo, la Madre velará a su Hijo en un espacio mucho más íntimo que el anterior. Dedique aquí también unos minutos a contemplar la escena, y, si quiere, vuelva arropando a María en su caminar hasta la iglesia de San Pablo, donde, tras el último toque de campana, volverá a hacerse el silencio.

Y ya por la noche vuelva a la plaza del Justicia para seguir hasta la Basílica del Pilar en un cortejo de vigilia que espera que se cumpla lo anunciado. Penetre en el templo en penumbra y aguarde que vaya creciendo la luz de las candelas hasta que un repique de campanas y el sonido del órgano anuncien la Gloria.

Y después, para finalizar, vaya con la procesión, una procesión de alegría, hasta la plaza de La Seo, donde el sonido de los instrumentos se habrá convertido en un trueno que grita al mundo la buena nueva de la Resurrección.