Cuando la familia se rompe

Es en el núcleo familiar donde sentamos las bases de la humanización y aprendemos a ser personas

Rafael Sánchez Sánchez

Rafael Sánchez Sánchez

Quienes tenemos la responsabilidad de revisar las comunicaciones que se presentan al V Congreso de Inteligencia Emocional y Bienestar, organizado por la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, que se va a celebrar en Zaragoza entre los días 18 y 21 de mayo tenemos la ventaja de pulsar el botón de los intereses de los congresistas. Entre las investigaciones y experiencias presentadas a mí me han tocado varias de ellas que analizan las causas y las consecuencias de los hogares rotos en la sociedad de hoy.

La situación de muchas familias no pasa por el mejor momento. Las causas son diversas y complejas, interconectadas entre sí, por lo que el propio análisis conlleva dificultades no sólo para acotar el problema, sino también para ofrecer intervenciones psico-socio-educativas que puedan contribuir a la mejora de la situación. Sería bueno considerar cuál es la esencia de la familia y qué entendemos por una familia rota. Por supuesto, no sería adecuado hacer comparaciones con la cultura familiar de otras épocas, entre otras cosas, porque las circunstancias de la sociedad actual son totalmente diferentes. Sin embargo, la familia, en esencia, sí que tienen unas notas comunes a las de siempre, es decir, es un grupo de personas emparentadas que conviven en un espacio llamado hogar o casa, en un ámbito de intimidad, con una relación, supuestamente, basada en el cariño y en el amor; además, es en la familia donde nacemos y crecemos, donde se nos reconoce y se nos acepta por lo que somos. En la familia es donde vivimos nuestro primer proceso de socialización y donde recibimos las bases maestras de nuestra humanización, en definitiva, es donde aprendemos a ser personas.

Tenemos que reconocer que no hay familias perfectas. La historia del género humano está llena de miserias. Desde el crimen perpetrado por Caín a su hermano Abel, o la venta que los hijos de Jacob hicieron de su hermano David, hasta nuestros días, tenemos infinidad de experiencias donde se evidencia que la familia siempre ha sufrido conflictos y problemas que le han supuesto desunión y destrucción. Y en la sociedad de hoy tampoco nos libramos de este mal, un problema endémico que se ceba especialmente con los niños y adolescentes. Por ejemplo, en 2021 se produjeron en España 90.000 rupturas, de las cuales fueron afectados 88.000 niños. Aunque es muy difícil descifrar cuál es el impacto que ello ha tenido, lo cierto es que las consecuencias son evidentes a tenor de lo que estamos viendo: aumentan los suicidios de menores, las depresiones, la violencia física, verbal y sexual, las adicciones a la pornografía, a los móviles…

Las inadecuadas relaciones, los divorcios y la conflictividad que se produce entre los padres en presencia de los hijos suelen tener consecuencias directas en la edad infantil y adolescente, las más comunes: inseguridad, miedo, apatía, incertidumbre, desamor… que se traduce en conductas antisociales, fracaso escolar, rebeldías y adicciones. Estamos inmersos en un problema social de considerables dimensiones, que urge atender no sólo desde los gobiernos e instituciones del Estado, sino que la sociedad en su conjunto debe reaccionar al estilo de la tribu; desde todos los frentes sociales y educativos tenemos que promover estrategias efectivas que posibiliten ayudas reales a las familias que sufren problemas para que mejoren las relaciones humanas y para que sus procesos de ruptura no sean catastróficos.

Cuando una familia se rompe, los hijos, por ser más vulnerables, son quienes más daño reciben. Por ello se necesitan múltiples acciones preventivas de carácter formativo y educativo, para que los padres y madres adquieran conciencia de las situaciones conflictivas y cómo afrontarlas. Es necesario que los padres aprendan a relacionarse entre sí y con la prole, adquiriendo competencias emocionales que lleguen al corazón de cada persona. A la tribu –a la sociedad entera– nos toca trabajar: cuando la familia se rompe, la sociedad se rompe.

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