Sala de máquinas

Sánchez y las malas compañías

Juan Bolea

Juan Bolea

La derrota socialista en el 28M tiene un solo y claro culpable: Pedro Sánchez. Sus errores al frente del secretariado general del Partido Socialista y del Gobierno han despertado un profundo rechazo entre muchos españoles que no han tolerado su política de alianzas con grupos separatista como Esquerra Republicana o Bildu, su política de favoritismo hacia siglas anticonstitucionalistas como PNV o Compromís, su connivencia con el partido de Colau, con el de Puigdemont, y su flaqueza a la hora de tolerar, primero las amenazas de Pablo Iglesias, y después las extravagancias de Irene Montero. El llamado «bloque de legislatura» le ha caído encima del techo electoral, agrietándolo y dejando escapar una bandada de votos.

Todas esas cesiones, concesiones, acuerdos parlamentarios y compromisos bajo la mesa han exasperado a parte de un electorado que no solamente se ha manifestado, con su voto, contra ese tipo de política, sino que ha visto en la misma serios peligros, tanto de poner en riesgo la armonía territorial como de dañar gravemente al Partido Socialista.

Escribía el otro día que Javier Lambán sería un excelente secretario general del PSOE nacional. A la vista de este fracaso electoral, y de la casi segura o cantada derrota de Sánchez en las elecciones generales que anuncia para julio, el PSOE haría muy bien en ir retirándolo y plantearse no presentarlo como candidato, poniéndose a buscar rápidamente una alternativa, otro estilo, otra imagen. Rodeado de sectarios como Bolaños o Tezanos, de viejas glorias como Simancas o Patxi López, Sánchez ha escorado el partido hacia una filosofía práctica de mera supervivencia, dependiente de la aritmética parlamentaria mucho más que de sus propios proyectos e ideas, y con ese bagaje no puede ganar.

No todo, por supuesto, han sido errores. Innegablemente, Pedro Sánchez ha obtenido éxitos en materias sociales y económicas, y algunos de sus ministros han trabajado muy bien, pero el conjunto de la labor gubernamental se ha visto oscurecida por las malas compañías.

No otra que cerrar esta etapa para abrir una nueva debería ser hoy, mañana, ahora, pronto, en cualquier caso, la estrategia de un PSOE que Sánchez ha convertido en un engendro ideológico casi irreconocible y, como las urnas acaban de dejar claro, en un partido perdedor.

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