EL ARTÍCULO DEL DÍA

Aquella desconocida Expo de 2008...

La muestra zaragozana costó más de 1.200 millones de euros, de los que más de la mitad fueron pérdidas

Así empezó la Expo de Zaragoza.

Así empezó la Expo de Zaragoza. / EL PERIÓDICO

Fran Lucas Herrero

Fran Lucas Herrero

A día de hoy la gente recuerda más la Expo de Sevilla 1992 que la de Zaragoza 2008, e incluso si vas más allá, muchas personas no saben ubicar dónde estuvo situada la de Zaragoza, ni cómo se llamaba la mascota o a qué estaba dedicada, y puede ser peor, ya que incluso mucha gente desconoce que aquí se celebrara algo así.

Tristemente es así, todo un claroscuro despilfarro y ausencia de soluciones, toda una total inexistencia de un plan de futuro tras el año 2008, con una realidad de que sigue engullendo dinero público, es decir, nuestro, no de los políticos que nos meten en estos tejemanejes, ya que aunque siempre están ahí los riesgos de fracaso de una exposición internacional, eso es algo que poco les importa a los políticos de turno que nos meten en esas cosas, ya que ellos no ponen un duro, sino que suele suceder al contrario, beneficio para ellos embolsándose suculentas cifras y deuda para nosotros, que somos quienes asistimos a megaproyectos y despilfarros colosales que luego no redundan en nada de nada.

Aparte, en el caso de Zaragoza, no se logró atraer al número de visitantes esperados, especialmente extranjeros, por mucho que intenten maquillar y disfrazar el fracaso del evento, como tampoco se consiguió darle a Zaragoza ese aura de «ciudad del agua» en foros internacionales, donde nadie se acuerda de nosotros. Y si ya vamos a la infraestructura, solo hace falta darse un paseo por la zona donde estuvo el recinto de la Expo 2008, donde todo presenta un grave déficit de mantenimiento que se percibe claramente, aparte de que los edificios prácticamente, salvo alguna excepción como la Ciudad de la Justicia y cuatro cosillas más, no se han aprovechado, reconvertido o estructurado, por lo que con el paso del tiempo ya sabemos lo que sucederá, golpes de piqueta y todo abajo para seguramente levantar alguna gran urbanización o algo parecido. Y aunque hace escasas semanas hayan inaugurado ese extraño museo en el Pabellón Puente, al que ciertamente se le augura un corto tiempo de vida, decir que ese pabellón costó casi cien millones de euros, que bien podía haberse invertido en un puente de verdad para que los ciudadanos pudieran pasar de una orilla a otra, y no ser un simple adefesio inútil sobre el río.

Como igualmente otro absurdo adefesio es el llamado azud de Lorenzo Pardo o de Vadorrey, otra tremenda inutilidad que consistió en ubicar poco antes de la desembocadura del Gállego una pared transversal de casi tres metros de altura, que iba a contar con ¡una minicentral hidroeléctrica! de la que nunca más se supo, y que embalsa varios kilómetros de un río cuyo caudal ha oscilado en la última década entre el mínimo de seguridad ambiental de 30.000 litros por segundo y los más de 2,6 millones de la crecida de 2015. Según decían mientras se les caía la baba por la boca, la misión incluso ecologista del azud era aumentar la navegabilidad del tramo urbano del río para potenciar su uso recreativo, aunque la realidad puso en ridículo de esos planes, ya que se gastaron mas de dos millones de euros para que pudieran navegar por él unos barquitos turísticos que usaron 70.391 personas, justamente hasta que el ayuntamiento rescindió el contrato, y a día de hoy desde hace años no hay ni barquitos ni paseitos, pero sí el gastito y el ridiculito. Pero por supuesto, a día de hoy, sigue abierto el debate sobre si el azud, que nunca fue bien visto desde la Confederación Hidrográfica del Ebro ni desde algún movimiento ecologista, debe seguir empantanando la ribera o ha de ser derruido para liberar el cauce, y es que da para pensar, ya que si ni la Confederación y las voces de muchos grupos clamaban en contra de dicho proyecto inútil... ¿quién se benefició de ello a costa nuestra?

Y es que si seguimos esto parece un programa de misterios del tipo Cuarto Milenio, porque los despropósitos, choriceos, inutilidades y otros mangoneos fueron tantos y ante nuestra cara, que da para cinco temporadas. Y lógicamente, nos tenemos que callar, aunque todos tenemos en nuestra memoria los rostros de muchos de aquellos que se beneficiaron con semejante despilfarro, pero lógicamente ello queda en nuestra memoria, y si existe eso del karma pues ya pasará factura, aunque lo dudo.

Y sí, claro que sí, tuvimos un acontecimiento internacional en nuestra ciudad, que parece que solo los de siempre lo mueven cuando hay oscuros intereses económicos, porque por el bien de la ciudad poco trabajan. Un ejemplo es nuestro campo de fútbol, aparte de que sí, que todos sabemos que hay otras prioridades, pero que no se hace porque siempre intentan sacar tajada personal, y si no pues no se construye, aunque se esté cayendo a pedazos, cuando triste es ver que otras ciudades que ni la mitad de la nuestra, lucen nuevos campos sin tantas zarandajas. Y ojo, que solo cito lo del campo de fútbol por citar un ejemplo conocido, porque haber hay a montones, que siempre procederán a su singladura basándose en su beneficio personal, aunque digan que lo hacen «porque trabajan duramente por el bien de los ciudadanos…»

Vaya, hablamos de un campo de fútbol cuando eran estas líneas sobre la Expo, pero es que si no intento disimular hablando de otra cosa igual sigo hablando y termino tirado en el suelo de la risa si recuerdo ese telesilla junto al Ebro, vamos, el paradigma del despilfarro excesivo y superfluo. Salió caro ponerlo, y salió caro quitarlo... Y sinceramente, todo nos salió bastante caro, ya que en términos generales, se dice que la Expo de 2008 costó más de 1.200 millones de euros (alguno más también) de los que más de la mitad, según un informe oficial del Tribunal de Cuentas, además, fueron de pérdidas.

Y aunque intenten vendernos la moto de un lado positivo, diciendo que la Expo Zaragoza 2008 dotó a la ciudad de infraestructuras y equipamientos, repito que mentira y nada de nada, la ciudad ha evolucionado a su ritmo, el mismo que si no se hubiera celebrado, porque hacer cuatro cosillas a la orilla del Ebro que a día de hoy están abandonadas o poco utilizadas y sin mantenimiento no compensa lo sucedido. Y por supuesto, admito que Zaragoza sonó durante un tiempo por el evento, pero poco más, pero... ¿sirve eso por ejemplo para las crecidas del Ebro que causan elevados daños a agricultores y ganaderos año tras año, y que toda una Expo dedicada a eso, al agua, no ha servido para nada más que para enriquecer a cuatro y poco más, dejándonos la deuda a los de siempre, a los ciudadanos de a pie...?

Y me gustaría equivocarme, ver que el lugar renace, florece y se gana el lugar que nunca tuvo ni tristemente tendrá, aunque ojalá me equivocara, ojalá... Y si parece largo lo que he escrito, tan solo decir que estas mil y pico palabras son cortas y escuetas, ya que había escrito más de veinte mil sobre aquello que un verano de 2008 aconteció en Zaragoza, a orillas del río Ebro.