TERCERA PÁGINA

‘I also have a dream’

En Don Cebrián asoma el odio irracional hacia un Sánchez que tilda y tacha de narciso

Rafael Campos

Rafael Campos

Mi compadre me dice que soñó con Don Cebrián, ex Baranda de El País de cuando entonces, de cuando el PSOE bueno, el centrado, el pilar izquierdo del Estado, el que acogía a los Leguinas de aquellas glorias y esplendores y gratis total y los ponía en un tristrás de presidentes de la Comunidad del Madrid de Todos los Ministerios Habidos y Por Haber. Sueña con este pseudo ilustre carcamal, gloria nada unánime del periodismo patrio, que nos encasqueta desde la tribuna de su expúlpito su homilía de reglamento, trufada de ocurrencias y argumentos cuarteados, diagnósticos de garrafón y hasta penitencias purificadoras.

Lo primero —y lo segundo —que asoma es el odio, un odio irracional hacia un Sánchez que tilda, tacha y diagnostica de narciso. Él, precisamente, consciente de su altísima mismidad cuartopoderosa entre los demás poderes de aquel Estado en transición, escudo de la socialdemocracia fetén. Aunque estaba aquello del señor X, una especie de M. Rajoy de entonces, como si dijéramos, y lo otro, lo del Gran Hermano del hermano, con su despachito, sus cafelitos y sus enchufes; y luego aquel otro más, el de las subvenciones a tanto el voto en el bar de la esquina, entre gintonics, fandanguillos y alegrías, Director General, nombrado por aquella Junta, la Junta eterna, cuarenta años de Junta, casi tantos como nuestro mismísimo Ubú paticorto y sanguinario; pero pelillos a la mar, hombre, y alegría, mucha alegría. Pero pelillos, muchos pelillos a la mar.

Aquel PSOE bueno, sin embrago, no ganó a este PSOE de ahora en votos, y se hizo el otro PSOE, este, el del sanchismo, tan odiado por tierra mar y aire y hasta por parte de su propia casa, donde tantos Leguinas y Pages, y otros que salen menos pero igual de «preocupados», ay, parecen echar de menos al otro PSOE al bueno, al de Felipe. Pues bien, este expríncipe Don Cebrián de cuando entonces, hogaño un poco más orondo, acaso por la buena mesa y los aún mejores caldos, no tiene otra ocurrencia que tratar al otro de narciso. Resuena la carcajada en las calaquitas de todas las academias, muertas del la risa.

Se arranca este gran español de bien, en su penúltima bienaventuranza, señalando diferencias entre la intelectualidad y el vulgo, siendo él, naturalmente, de la primera instancia –aunque yo siempre percibí que esta luminaria intelectual parpadeante les daba más bien risa a muchos intelectuales, conste–. Y aconseja y desea a este PSOE, al PSOE malo del sanchismo, que pierda las elecciones, por su bien y el bien de España, y cumpla de paso la penitencia por sus muchos pecados; y después de este trance, vuelva a la razón de la centralidad metafísica, ya sin el apestado Señor del Sanchismo, para ser de nuevo el PSOE bueno, el que le gustaba tanto a él, que tanto prosperó durante su égida. Y no sólo él; ahí tenemos al Gran Felipe desde su yate de guardia bajo los luceros, que puro en ristre, ya verán, no tardará en aparecerse a su pueblo perdido para volver a dictarnos sus mandamientos del buen socialista, —y no los de este socialcomunista traidor y amigo de etarras, podemitas y rompedor de patrias indelebles y unidades de destino en lo universal. Un PSOE como les gusta, porque mire usted cómo fuimos prosperando nosotros, por ejemplo, sin ir mas lejos, que éramos lo que éramos, teníamos lo que teníamos, y mírennos ahora, dorados de vino y rosas y dando consejos para la servidumbre, –no nos monten otro podemos, o queramos, o vaya usted a saber qué nueva extravagancia, que menos mal que son de izquierdas y quieren un partido a la medida de cada uno, y así estarán hasta la llegada del universo cuántico, donde todos podremos ser una cosa y la contraria al mismo tiempo–. Pero eso mismo, lo de la cosa cuántica, nosotros ya lo logramos hace más de treinta años, ¿verdad Huanlu? Lo del puto gato de Schrödinger, o como se diga, digo: OTAN de entrada no, pero luego sí, y Solana de Secretario General, ¿te acuerdas? Es que éramos la hostia. Y el personal con flores a María, como si nada. Tal cual, Felipe. Si es que, por consiguiente, nada más verte, lo pensé: ¡Un preclaro, este hombre es un preclaro; por consiguiente, un profeta! ¡Capaz de ser gobierno y oposición a la vez, eso eras tú!. Por consiguiente, siempre por consiguiente.

En estas suena solemne el himno de España y se arrodillan transidos los Barones disconformes y los Barones mediopensionistas. ¿Casi deseando que el sanchismo descarrile en las siguientes elecciones, a ver si se va el Caimán por la Barranquilla y volvemos al camino recto? A saber. Y que se despertó sudando, me dice mi compadre, y luego ve lo del pacto de Valencia y se declara súbitamente portugués, pero le digo que a la fila, que casi no vamos a caber, y me quedo encantado con el fado que canta mi vecina, hasta que caigo en que ni es portuguesa ni sabe nada de fados, porque en realidad no tengo vecina.

Suscríbete para seguir leyendo