TERCERA PÁGINA

La vileza y la mugre

Cada día es más osada la infamia, y cada día es más consuetudinaria

Rafael Campos

Rafael Campos

Cuando esto aparezca el desenlace estará a punto de desvelarse o incluso ya del todo revelado, tanto da para lo que aquí tratamos. Antonio Muñoz Molina nos ha dado un artículo más que pertinente; Clarificador. Ha puesto en palabras concretas, elocuentes, más: clamorosas, lo que algunos, bastantes –espero, por nuestro bien– andábamos barruntando por una u otra o varias de las esquinas de lo que ha descrito que viene pasando, desde un entonces que sitúa y precisa con acierto. Lo ha desenvuelto en una palabra, casi un apóstrofe, contundente y hasta delicado en medio de tanta mugre: vileza. Y sí, es la vileza. Y sí, empezó cuando dio igual que el pequeño hombre y su gran impostura nos dijera mirando a cámara que, en efecto, no había duda: Hussein tenía un arsenal de armas de destrucción masiva. Y se fue a encenderles el puro al amigo americano y a su primo inglés, como una suerte de camarero al que dejaron sentarse un rato para la foto en un sofá desde el que casi no llegaba a poner los pies en la mesa. Y nos recuerda AMM que todos los restantes autores de la infamia han declarado con más o menos contrición que aquello fue eso, un capítulo más de la historia universal de la infamia. Pero éste, nuestro pequeño Napoleoncito de hojalata sigue, más millonario cada día –virtudes del ahorro– convencido de que aquello se hizo porque fue lo que había que hacer. Miles de muertos mediante y tras aquellas trolas al viento, no hubo nunca tales armas de destrucción masiva. Lo sabían, pero ni remordimiento ni explicación ninguna por parte del heroico prócer.

Y sigue AMM con lo siguiente, lo de las llamadas a los periódicos para que dijeran que el 11M había sido cosa de la ETA. Y lo recuerda para que lo recordemos, por si la memoria tuviera alguna virtud en la conciencia de la gente con conciencia, porque supongo que supone que alguna ha de quedar incluso entre las filas prietas recias y marciales del macizo de la raza de la España eterna. Pero no sé yo. Yo veo que se ve que no. La trola, o sea, sale gratis, y el hombrecillo Aznar se asoma de vez en cuando y nos habla como si fuera, efectivamente, un pozo de sabiduría, de verdad y de virtud. Donde no llega su escasa estatura de estadista lo empuja y adorna la propaganda de su hueste; y el interfecto dio otra muestra más de desvergüenza casando a su hija como una princesa de las mil y una noches, con su corte de los milagros haciendo el paseíllo por el marco incomparable con al menos dos corruptos por corrillo. No se cortaron ni un pelo de la melena que traían de la dehesa. Y ahí están, dando consignas desde su fundación.

Pero AMM habla sobre todo de la vileza, de una era, que nos está viniendo de a poquitos como un nueva glaciación. Y nosotros como la dichosa rana en el caldero que se calienta grado a grado sin darse cuenta; todos ranas. Porque cada día es más osada la infamia, y cada día es más consuetudinaria, inevitable, y hasta entretenida para los mucho españoles de bien. Y menciona el asco de esa caterva macerada en mal vino cantando en la plaza de España por excelencia, que es la plaza de toros, donde rebuznan a coro lo de Txapote como si fuera el estribillo de la canción del verano, mientras la autora original, la reina caspiza en su Madrí de las Españas Imperiales sigue cobrando derechos de autor por el invento repugnante que tanta gracia hace a la numerosa grey y tanto dolor provoca en las víctimas de aquella otra infamia.

El escrito de Antonio Muñoz Molina nos ha instalado donde estábamos pero nos deja sabiendo mejor dónde estamos. En el tiempo de la vileza, ahora ya lo sabemos. Y hasta nos recuerda desde dónde se viene fraguando. Yo añado que también el odio, el odio diseñado y fabricado por unos y comprado por otros con tanta facilidad, el odio que ha sido y es el condimento necesario. Un odio que ha anidado en gente de toda condición, un odio que no precisa motivo, un odio gratuito, un odio de jauría, contagiado gracias a un medio necesario para semejante combustión: la planificación publicitaria ya ensayada en otros sitios con pleno rendimiento. La necedad, la estupidez, la idiocia casi cultivada, pueden llegar a ser cómplices, se ha expuesto de manera elocuente. En Europa la historia lo ha mostrado un par de veces casi repetidas en el siglo pasado con apenas tres décadas de intermedio. Y en efecto, prietas la filas recias marciales, se diría que sus escuadras asoman otra vez. Los viejos lo saben, y los que no son viejos deberían, pero la memoria no es más que una Casandra desgañitada avisando de lo inevitable y arrinconada por aguafiestas. Así que ya veremos.

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