ALÉGRAME EL DÍA

Sesión doble

Roberto Malo

Roberto Malo

En su delicioso ensayo Meditaciones de cine, Quentin Tarantino rememora cómo las sesiones dobles marcaron su infancia y adolescencia en las salas cinematográficas. Y el otro día el bueno de Quentin tuvo algo parecido a un programa de doble sesión: vio Oppenheimer en un cine, con su amigo Roger Avary, luego cruzó al cine de enfrente y se vio Barbie (según leímos en un tuit de esa red social cuyo logo antes era un pajarito y ahora es una X), apoyando como tantos amantes del cine el fenómeno Barbenheimer. Unos días antes había leído que el actor Tom Cruise (cuya Misión Imposible: Sentencia mortal. Parte Uno, es una auténtica maravilla, por cierto, de las mejores de la saga) se había sacado entradas para ver las dos películas también el mismo día. Me pareció una idea fantástica. Ya que se estrenaban dos esperadas películas de forma simultánea, ¿por qué quedarse con una cuando las dos lo merecen? Lo confieso de entrada: por motivos de logística familiar, no pude ver las dos el mismo día. Vi Barbie el día del estreno (en versión original y con la sala abarrotada de gente joven vestida de rosa) y Oppenheimer la vi ya al día siguiente (con la sala igualmente abarrotada y la gente vestida de manera informal, menos algunos que iban de rosa porque venían de ver Barbie, o la iban a ver a continuación, vete a saber). Recomendaban ver primero la de Christopher Nolan y luego la de Greta Gerwing, pero yo no lo tengo tan claro; en cualquier caso, el orden no altera el producto final: dos peliculones, los mires como los mires.

Dos cintas muy personales: una muy divertida, muy emotiva, muy feminista, y la otra muy Nolan, con sus saltos en el tiempo, su complejidad habitual y su trepidante ritmo en el que sus tres horas se pasan en un suspiro. La crítica y el público se han rendido a las dos por igual. El cine sale ganando por partida doble.