Un garrulo como síntoma

Miguel Miranda

Miguel Miranda

Ha sido una verdadera lástima que un triunfo deportivo haya quedado un poco «manchado» por un garrulo (vulgar, pedestre, inculto) que subido a un palco y a la tarima de homenaje a las vencedoras y ante un sinfín de cámaras haya desperdiciado una magnífica ocasión de trabajar por la «marca España» mostrando los cambios sociales tan importantes que se han producido en nuestro país en las últimas décadas. Lo grave es que la conducta del indigno representante no es más que un síntoma de lo que llevan en su cabeza muchos machistas que han permanecido en silencio considerando que la cuestión no era para tanto. El dinero es el dinero y eso explica que muchos que tenían que haberse pronunciado inmediatamente hayan estado callados, guardando los valores y principios que dicen fomentar en la actividad deportiva, para mejor ocasión. En el mundo del fútbol se mueven, ya lo sabemos, muchos intereses económicos y convertir a una selección o al equipo de la ciudad en símbolo de identidad es un negocio redondo para muchos y por eso pululan personajes de dudosa moralidad y poca ética. Habría que aprovechar la ocasión, para entre otras cosas, plantearse quiénes y cómo eligen a personajes como Rubiales para representar a entidades tan importantes. Habría que hacer transparentes los sistemas clientelares que hacen que, con todo lo que ha caído en los últimos días, haya tantos que pierdan la mínima dignidad acudiendo a la asamblea para aplaudir puestos en pie la contumacia del garrulo machista. Hay muchas maneras de ejercer de machista contumaz y de garrulo ejemplar. Los hay incluso con títulos académicos que no garantizan, está visto, la mínima educación y cultura exigible para los electos. Los hay que demuestran no tener la inteligencia necesaria, es decir, la capacidad para entender la realidad en la que viven y comprender que hay comportamientos que esta sociedad ya no permite que queden impunes.

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