Dolly y los sueños incumplidos

Carolina González

Carolina González

Ha muerto el padre de la oveja Dolly. Los más jóvenes no la recordarán, pero supuso un antes y un después en los sueños y las pesadillas de mucha gente. Por un lado, los optimistas que encontraban en la clonación de un mamífero la revolución de la ciencia y la agricultura. Por otro, los pesimistas que veían peligrar su vida, su trabajo y el futuro de las generaciones venideras. A estas alturas ya sabrán que ni lo uno, ni lo otro. El 22 de febrero de 1997 los informativos y los periódicos abrieron un día con esta noticia en primera plana. Un embriólogo británico había conseguido clonar al primer mamífero a partir de una célula adulta. No era el primer animal clonado, el pionero había sido una rana, pero sí con esa técnica. Dolly vivió casi 7 años y tuvo varios corderos. Fue sacrificada tras detectarle un cáncer de pulmón. Hoy su cuerpo disecado está expuesto en un museo de Escocia.

La pequeña oveja fue objeto de todo tipo de críticas. Sus descubridores expresaron, incluso, su temor a que aquello se utilizara mal y con dudosa ética. Ninguno de los visionarios que predijeron la multiplicación de seres humanos, animales y cualquier otro ser vivo tuvo recorrido. No hay ejércitos ni trabajadores clonados para satisfacer almas ambiciosas y peligrosas. El fin del mundo tal como lo conocíamos nunca llegó. Un clásico.

Ocurre con todo lo que supone abrir una ventana al cambio. Da igual que sea relativo a la ciencia, a la política o a la economía. El terror que genera la incertidumbre es mayor que la tranquilidad que proporciona la razón. Pensar en un escenario en el que puede ocurrir esto o aquello siempre da vidilla, aunque sepamos, en el fondo, que las probabilidades de que se materialicen son escasísimas. La clonación ha sido y es una realidad, pero los futuribles que se le presagiaban han acabado siendo tan verosímiles como los coches voladores, el metaverso y los bitcoins. Existen, desconciertan, pero acaban pasando de puntillas por la vida de la mayoría de ciudadanos.

Lo que sucedió con Dolly también es otra constante en la vida de los científicos. La atribución de un descubrimiento a una persona determinada, aunque detrás exista un equipo sin el cual no habría sido posible tal avance. A Ian Wilmut se le atribuyó la paternidad, pero él mismo reconoció que no fue el único, fueron varios los padres de la oveja más famosa del mundo. Sin embargo, él es quien figuró en las fotos, dio las entrevistas y pasó a la historia como el creador que jugó a ser Dios. Injusto, sin duda, porque nadie recordó a Keith Campbell cuando falleció en 2012 o a Angelika Schnieke, que ya se quejó del reparto de créditos de la película.

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