EL COMENTARIO

Aquella mítica expedición aragonesa al Everest

Hace ahora 32 años Pepe Garcés y Toño Ubieto hollaron la montaña más alta del mundo

Aragón en la cima del mundo

Aragón en la cima del mundo

Fran Lucas Herrero

Fran Lucas Herrero

En este mes de octubre, en concreto el pasado día 6, se cumplió el 32 aniversario de que dos montañeros de una expedición aragonesa a la cima del mundo, al Everest, hicieron cumbre a través del collado sur en la montaña más alta y mítica de la Tierra en el año 1991. Estos dos montañeros, Pepe Garcés y Toño Ubieto formaban parte junto a Javier Escartín, Víctor Arnal, Ignacio Cinto, Lorenzo Ortas y Pepe Rebollo de un grupo expedicionario del Club de Montañismo Peña Guara, y el hecho tuvo su relevancia porque fueron los primeros aragoneses en lograr tal objetivo, aunque tenían ya experiencia sobrada en hitos parecidos, habiendo alcanzado previamente alguna cumbre de las llamadas ochomiles, como la ascensión por ejemplo al Hidden Peak de 8.068 metros.

La calidad de este grupo aragonés residía, aparte de la gran calidad humana y experiencia montañera, en que al contrario de las élites montañeras de aquellos tiempos, que solo se dedicaban profesionalmente al alpinismo y vivían del mismo, ellos eran montañeros con trabajos normales con los que se ganaban la vida y vidas familiares igualmente normales, algo bastante atípico e infrecuente por entonces entre la llamada élite alpinista.

Y es que todos ellos pensaban que la fortaleza de su grupo emanaba de la amistad, el conocimiento tanto de las habilidades como de las limitaciones de cada uno y el compartir un mismo objetivo, donde nadie se consideraba más que nadie, tampoco menos que ninguno, lo que les hacia ser un gran equipo, fuerte y cohesionado en torno a la figura de Javier Escartín, que actuaba como líder porque aparte de su calidad alguien tenia que serlo, nada más. Sus expediciones en la montaña, gracias a que eran iniciativas puras y netas totalmente suyas, del grupo, donde se apreciaba la amistad, la fiabilidad y la confianza entre ellos, y eso era lo que les diferenciaba de los grupos llamémosles profesionales a tiempo completo, ya que no eran el resultado de un proceso selectivo por la decisión de un organizador o patrocinador que los dirigía y quería conseguir beneficios por ello.

Cuando se les preguntó sobre la hazaña, dijeron que aquello lo vivieron como «un imposible hace años que finalmente había sido alcanzado, por lo que en términos montañeros era que ya no había nada inalcanzable para Huesca ni para Aragón. También que fue algo así como el principio de una nueva etapa en las expediciones montañeras para la Peña Guara, un gran salto, pero a la vez también una complicación porque los retos cada vez más técnicos iban a ser más difíciles por su mayor costo para buscar la oportuna financiación, pero que todo se iría andando, o en su caso, escalando». Fue un gran hito para el alpinismo aragonés, además conseguido en el que se consideró fue el ultimo año del alpinismo tal como se conocía hasta ese momento, porque ese mismo año comenzaron a cobrarse altas tasas, así como «peaje» por el diverso material que allí llegara, además de que también es este año de 1991 fue cuando comenzaron a acudir al Campo Base del Everest las primeras expediciones comerciales, sí, esas que a veces salen en las noticias mostrando fotografías de los embotellamiento de montañeros en horas punta intentando coronar el Everest gracias a esos grupos comerciales. Hace 32 años hacer un ochomil era algo singular y las expediciones no duraban menos de tres meses, algo que ahora está más en la cuerda floja. Y es que incluso hubo una expedición francesa, por citar una tan solo, que pretendía hacer el trayecto París-Everest-París en 30 días, sin aclimatarse ni preparación previa, por lo que evidentemente fracasó.

Tristemente, a pesar del aniversario, la montaña se ha guardado para ella algunos de esos grandes alpinistas, como por ejemplo Javier Escartín, fallecido en 1995, solo cuatro años después de la gesta del Everest, junto a Javier Olivar y Lorenzo Ortíz, cuando después de hacer cima en el también mítico K-2, se vieron sorprendidos por una tormenta helada con vientos de más de 150 kilómetros por hora y perecieron sepultados bajo un alud en las laderas de la montaña. Sobrevivieron otros cuatro miembros de la expedición como fueron Lorenzo Ortas, José Garcés, Manuel Avellanas y Manuel Ansón. Y también la montaña se cobró la de Pepe Garcés, que tras sobrevivir a la tragedia del K-2 perdió la vida en 2001 en el Dhaulagiri, tras haber alcanzado en su historial seis ochomiles.

Estas palabras escritas tan solo ha sido para recordar aquella gesta aragonesa, fruto de la fortaleza de unos hombres, de la cual en palabras de uno de ellos, Lorenzo Ortas, que estuvo tanto en la hazaña del Everest como en la tragedia del K-2, «… nuestra fortaleza consistía en que éramos un grupo de amigos capaces de trabajar en equipo, eso era lo importante…»

Y es que como dijo en su día un famoso alpinista de mediados del siglo XX «El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron…»

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