HOGUERA DE MANZANAS

‘Ich bring dir’s’

Olga Bernad

Olga Bernad

En este lunes de resaca tras el Pilar, un lunes tan serio que para los zaragozanos marca el fin de todos los veranillos y su rosario de fiestas populares, como si la gran ciudad cerrase un brindis medio cósmico a través de los largos y multitudinarios Pilares, quiero recordar un momento dulce de cultura y mitología acaecido en ellos.

Nos hallábamos en una terraza de la Inmortal, bajo los tilos de este otoño caliente, cuando nuestra amiga Valentina se puso a divagar sobre los orígenes más o menos históricos o apócrifos del acto de brindar, esa maravillosa liturgia de la alegría y la confianza entre humanos. Estábamos hablando de fascinantes envenenadores históricos cuando nos refirió que, como era bien sabido por todos, en la Antigua Roma era usual verter veneno en las copas para asesinar a alguien, de tal forma que el acto del brindis, en cuyo entusiasmo los líquidos podían mezclarse, era una muestra de lealtad y abandono: comparto tu destino y tu licor, no voy a envenenarte y confío en que tú tampoco vas a hacerlo.

No es extraño que en la liturgia del saludo se mezclen gestos llenos de significados similares. Así mismo, se considera que sacudir la mano derecha para sellar acuerdos o simplemente saludar, es un acto que le decía al contrario «mira, no voy a utilizar mi mano para sacar la espada, no llevo armas ni nada escondido bajo la manga, puedes confiar en mí». Ese compartir piel y fluidos ha dado grandes alegrías a la especie humana y muchas menos complicaciones que los besos, pues en la necesaria colaboración para que se produzca está implícito el consentimiento. Nadie puede dar la mano a otra que no se tiende ni brindar con una copa que no se alza. En la etimología, la palabra conserva la generosidad del gesto, pues viene de alemán ich bring dir’s, «te lo ofrezco». Definitivamente, hay que brindar más.

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