El mediador

José Luis Corral

José Luis Corral

Las leyes son interpretables; sólo así se entiende que los magistrados de un tribunal opinen de manera distinta, a veces totalmente divergente, a la hora de emitir sentencias. Ha ocurrido, y sigue ocurriendo, muchas veces, hasta tal punto que en casi todas las ocasiones en las que existen discrepancias, como por ejemplo en el Tribunal Constitucional o en el Consejo Superior del Poder Judicial, hay que recurrir a votar para dirimir una resolución. Curiosamente, los magistrados, jueces y miembros de esas instituciones siempre, pero siempre, votan según lo que dicta el partido político que los ha colocado. Que digo yo que como siempre, pero siempre, sucede de este modo, no es necesario buscar a juristas «de reconocido prestigio», sino que basta, dada la matemática de la composición de esas instituciones y el peso aplastante de los partidos políticos, que sus señorías voten, bueno es lo que hacen siempre, pero siempre, lo que les ordene el señorito de turno, que es quien los ha colocado en esa poltrona.

Otra cosa distinta es este esperpento del «mediador internacional» que los ultraderechistas de Junts per Catalunya han impuesto al Gobierno de España, para que verifique el cumplimiento de los pactos que ambas partes acuerden en sus reuniones en Suiza. Si prospera la estrambótica ocurrencia y los ultraderechistas de Junts se salen con la suya, ya veo venir a partidos políticos, comunidades, ayuntamientos, sindicatos, asociaciones vecinales y demás instituciones públicas y colectivos privados exigir que en sus entrevistas con los ministros de turno esté siempre presente un «verificador internacional»; y que, además, las reuniones se celebren en un terreno neutral, nada de acudir al ministerio correspondiente, sino a un lugar donde ambas partes se sientan cómodas.

Si cunde el ejemplo de los ultraderechistas pancatalanistas, ya veo a los negociadores reuniéndose en Cancún, Maldivas, Hawai o Seychelles para cerrar acuerdos políticos o de cualquier otro tipo. En ese caso, surgirán como hongos los «verificadores profesionales», que tendrán sus correspondientes sueldos y dietas. Entenderán que me tome todo esto a cachondeo, como supongo que lo está haciendo la mayoría del personal, porque no me digan que no da la risa tonta, la misma que le sobrevino al presidente del Gobierno en la tribuna del Congreso hace unos días, viendo a un delincuente fugado decidiendo qué va a ocurrir en España. Por lo que a mí respecta, ya en serio, estos tipos y quienes los apoyan no merecen ningún respeto.

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