Zaragoza, más que deporte

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Hoy, ayer para ustedes queridos lectores, dice EL PERIÓDICO que la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, ha anunciado que la semana que viene convocará a los portavoces del resto de grupos políticos para presentarles el expediente que abrirá el camino para la constitución de la sociedad mercantil encargada de construir la nueva Romareda. Como las huelgas del transporte público o la necesidad de convertir a Zaragoza en una ciudad referente, sin saber muy bien qué pasos dar, otra vez se cuela en la política municipal y aragonesa la necesidad de construir una nueva Romareda, ahora que finalmente Zaragoza será Capital Europea del Deporte en 2027, lo que en sí mismo no conlleva nada y que solo sirve para justificar políticas necesarias o innecesarias relacionadas con el mundo del deporte y todo lo que este mueve a su alrededor.

Y mientras la nueva Romareda vuelve a estar de forma activa en la agenda política del Ayuntamiento de Zaragoza y del Gobierno de Aragón, no así de la Diputación de Zaragoza, es lastimoso ver cómo el Real Zaragoza pierde una y otra vez y no consigue levantarse y todo lo que hay entre sus seguidores son lamentos, sufrimiento y algo semejante a esto no hay quien lo soporte, pero el Zaragoza es un símbolo, algo así como la fe en estado puro y la fe no se cuestiona, se tiene o no. Y por eso se trasladan a La Romareda, cajita vieja de tantos buenos momentos, para acompañar a su equipo en este descenso que parece insalvable y que dura demasiado tiempo.

En la ciudad, lógicamente, hay voces para todo, desde quienes sostienen que una nueva Romareda es innecesaria y supone un gasto abusivo que no repercutirá en la ciudad, hasta aquellos que consideran que su construcción es tan necesaria o quizá más y que si estuviéramos hablando de la basílica del Pilar no cabría duda y no habría discusión posible. Y puede que tengan razón y puede que sea necesario acabar con este largo episodio acerca de la nueva Romareda que dura muchos años y que en ocasiones por parte de algunos partidos políticos se vio como una pelotazo urbanístico al buscar sacarla de su ubicación actual y de esa forma recalificar terrenos en otras zonas de la ciudad con sus ingentes beneficios para unos cuantos propietarios. Todo eso quedó atrás, así lo espero, y quizá ahora, mientras el Real Zaragoza languidece, sea el momento de convertir la vieja cajita en un lugar de referencia no solo a nivel deportivo. Porque Zaragoza es mucho más que deporte.

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