Tres errores históricos

Juan Alberto Belloch

Juan Alberto Belloch

En la joven democracia española se han cometido, como es natural, múltiples errores de segunda división, en los que han incurrido todos y cada uno de los agentes políticos y sociales, con más intensidad cuanto mayor es la intensidad del poder ejercido. No me refiero a los grandes crímenes como golpe de Estado de Tejero, el de los separatistas catalanes o los terribles crímenes etarras. Tales hechos no son errores, son delitos muy graves. Me refiero sólo a lo que podríamos llamar errores políticos, no previstos en el Código Penal aunque, en ocasiones, produzcan gravísimas consecuencias.

El primer error histórico es fracaso electoral del Partido Reformista. No es fácil fijar las razones o causas de tal fracaso. Tenía un líder del talento de Miquel Roca, el mejor parlamentario de su época, e importantes personalidades en sus listas electorales. Piénsese que su número uno por Madrid fue, el entonces Presidente del Tribunal Supremo, Federico Carlos Sainz de Robles; Contaba con holgada financiación para afrontar los gastos electorales y un programa, nada oculto, que aspiraba a crear un partido de ámbito nacional que por un lado, limitase el poder de los partidos nacionalistas y, por otro lado, posibilitara gobiernos de centro derecha o de centro izquierda garantizando una gobernación prudente y segura. En suma, un partido de centro que pudiera hacer efectiva la afirmación de mi amigo Martín Villa de preferir una España roja pactando con la izquierda y, en especial, con los socialistas antes que una España rota con los separatistas.

Pero la experiencia naufragó y no por culpa de los ciudadanos que, por definición, no suelen cometer errores. Aquí fracaso debe atribuirse a sus promotores que no tuvieron en cuenta que su eventual electorado aún no había nacido. El Partido Reformista necesitaba un discurso menos sofisticado, más directo y no admitía novedades excesivas, como el hecho inédito de que el candidato a la presidencia del Gobierno de España no fuera el número uno de la lista por Madrid.

El segundo error político lo cometió el líder de Ciudadanos, Albert Rivera rechazando una alianza con el PSOE que había sido la lista más votada. Si tal error no se hubiera cometido habríamos tenido una o varias legislaturas con una amplia mayoría parlamentaria y un vicepresidente llamado Rivera. Equivocó el disparo cuando la pieza estaba a tiro. Su ambición, orientada por asesores incompetentes en materia de política puede estar en el origen, pero es evidente que una decisión de tal calado sólo se toma con la participación decisoria del líder, único responsable.

Es probable que Rivera entendiese que su decisión de no gobernar con el PSOE era el camino más directo y más corto hacia La Moncloa, olvidando que los verdaderos adversarios estaban a su derecha. Debió cumplir lo dicho en campaña acerca de apoyar la lista más votada.

El tercero de los errores políticos que ilustran estas líneas es, en verdad clamoroso. La decisión de Pablo Iglesias de dimitir como vicepresidente del Gobierno de España y confrontar con la señora Ayuso lideresa del PP en las elecciones por Madrid. A primera vista es difícil entender los motivos de tal decisión. Cuando parecía que habían asaltado el cielo, resulta que el líder se tira por la ventana del primer piso arrastrando con él a su propio partido. La única explicación es un exceso de ambición. Alguien debió decirle que tenía posibilidades de ganar las elecciones, y el líder cavó su tumba a la vista del insuficiente resultado electoral. Tengo para mí que el señor Iglesias no sabía cuál era su papel en el gobierno y no tenía ni las competencias ni los conocimientos para recrear «ex novo» su personaje. De algún modo, Iglesias se fugó con su responsabilidad a un terreno más realista, tras constatar que la puerta autonómica estaba cerrada con siete llaves y la guardiana era de cuidado.

Las consecuencias de tales errores fueron, en los tres casos, catastróficas. Miquel Roca abandonó la política o la política le abandonó a él, tanto a nivel autonómico como nacional. Su partido desapareció. Albert Rivera tuvo que dimitir de su cargo político y, visto el fracaso electoral de su apuesta, salió por mor de amores del Congreso de Diputados, dejando una herencia endiablada que nadie pudo reconducir. Hoy su partido se encuentra en fase de demolición. De Ciudadanos ya se va olvidando hasta el nombre. Parecida suerte sufrió Podemos el partido de Pablo Iglesias, hoy bajo mínimos con sólo cinco diputados. Diríase que Ciudadanos y Podemos, las dos grandes alternativas a los partidos mayoritarios, han desaparecido del mapa, mientras que el PP y el PSOE gozan de una salud al menos aceptable.

Roca, Rivera e iglesias, tres candidatos a presidir el Gobierno de España han sido víctimas del bipartidismo imperfecto y de la gran magnitud de sus errores políticos ¿Será este el caso de Pedro Sánchez? Creo que ha cometido errores continuados con las reformas del Código Penal y la Ley de Amnistía. La cuestión es: ¿recibirá idéntico castigo? Por de pronto, Sánchez es ya Presidente y le basta con defender el castillo con todas sus fuerzas, que son muchas, poniendo en ello su virtud política que es la resistencia, a todo lo que se oponga a sus designios. Yo, no apostaría ni un euro en su contra.

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