Opinión
Futuro inextricable en Gaza
Poco tienen que ver con la situación sobre el terreno los proyectos de futuro que manejan para Gaza Estados Unidos y la Unión Europea, partidarios de que sea la Autoridad Nacional Palestina (ANP) la que gobierne la Franja cuando acabe la guerra. Los problemas que planea tal solución chocan con la oposición frontal de Israel, que pretende asumir la seguridad del territorio por un periodo ilimitado de tiempo; con el arraigo de Hamás, que ganó las elecciones de 2006, expulsó a la OLP de Gaza en 2007 y opera en Cisjordania en la clandestinidad con reseñable apoyo popular; y con la impopularidad de la ANP, erosionada su imagen por la corrupción, la ineficacia de su Administración y la inacción del presidente Mahmud Abás, último representante de la generación de Yasir Arafat.
Declarar que Hamás no puede ser la organización que se haga cargo del futuro en Gaza es una obviedad. Después del sangriento golpe de mano del 7 de octubre, la organización islamista debe descartarse de cualquier ecuación resolutiva del conflicto. Pero es al mismo tiempo cierto que el predicamento de Hamás, muy desgastado los últimos años, ha crecido exponencialmente a partir de la respuesta israelí al ataque terrorista, con la estrategia de tierra quemada que se ha extendido al sur de la Franja desde el final de la tregua, con la degradación sin freno de la situación en Cisjordania y con la atmósfera prebélica en la frontera norte de Israel. Influido todo ello por el papel que desempeña a distancia Irán en el desarrollo de la guerra.
Imaginar un futuro realista y estable en Gaza es tanto como intentar resolver un rompecabezas en el que parece que la opinión de sus habitantes no cuenta. De ahí que sea significativa la opinión expresada por el Gobierno de Jordania, un país con mayoría de población palestina y aliado histórico de Estados Unidos, al remitirse a lo que manifiesten los habitantes de la Franja cuando cese la matanza, y lo que con diferentes variables del lenguaje diplomático han dicho otros socios de la Liga Árabe, incluida Arabia Saudí. Todos ellos excluyen que Hamás puede ocupar el puente de mando gazatí, pero todos se oponen asimismo a la intromisión israelí sine die en los asuntos de la Franja tal como quiere Binyamin Netanyahu.
Cuanto más se alargue la guerra y mayor sea el riesgo de que su eco desestabilice otras regiones de Oriente Próximo más complejo será dar con una solución viable para un territorio martirizado. De momento, la reanudación de la batalla después de la tregua para el intercambio de rehenes ha puesto de nuevo sobre la mesa la pretensión de Israel, no reconocida, pero más que evidente, de hacer de Gaza un lugar inhabitable, posible punto de partida de una nueva diáspora palestina. Al mismo tiempo, los ataques con drones en el mar Rojo lanzados por el Gobierno hutí de Yemen contra un buque de guerra de Estados Unidos y tres mercantes prueban una vez más que la volatilidad presente puede hacer que la llama prenda en cualquier lugar y en cualquier situación. Sin que por lo demás se pueda abrigar la esperanza de que los actores que pueden desempeñar un papel relevante para lograr un alto el fuego se manifiesten con el propósito decidido de lograrlo, lo que sin duda hace cada día más inextricable el futuro de Gaza.
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