IR DE PROPIO

La playa de Louro

Laura Bordonaba

Laura Bordonaba

Me encuentro con la noticia en prensa de que cierra uno de los establecimientos más emblemáticos de Zaragoza. Helados Italianos en el céntrico paseo de la Independencia. Preveo el drama en redes, que no tarda en llegar. En la entrevista al dueño del local, aclara que los ocho establecimientos de la capital están en manos de diversos miembros de la familia y que él ha decidido cerrar por su edad, además de por la subida de materias primas.

La nostalgia y la indignación se desatan en redes. Que si la niñez, que si lo de antaño, que si todas las ciudades se parecen, que si el capitalismo y las franquicias, que si todas las tiendas son iguales.

Lo gracioso viene ahora. Y es que estoy segura de que hay una buena parte de gente indignada que hace años que no pisa ese establecimiento, y sin embargo sí que visita los establecimientos de moda, aunque sea para subir a Instagram ese momento feliz de chocolate y neón.

Son los mismos que lloraron el cierre de Hogar Moderno en la calle Alfonso, pero su casa parece un folleto de Ikea, los mismos que lloraron el cierre de Soconusco pero son los primeros que corren a probar la tarta morada de moda. O que para comprar tornillos coge el coche hasta Leroy Merlin en lugar de acudir a la Ferretera Aragonesa. ¿A quién pretendemos engañar? Queda muy bien ese supuesto compromiso con lo de siempre, con lo de barrio, pero a la hora de la verdad somos mayoritariamente hijos de la comodidad, de la inmediatez y del precio. Y ahora también del mostrar para ser.

Cuando me mudé a mi barrio actual, comencé comprando en una pequeña carnicería que regentaban dos hermanas. Mis hábitos y mis horarios cambiaron y en unos años pasé a hacer la compra de carne, fiambres y quesos en una carnicería mucho más grande y moderna, con productos gourmet y que no cerraba al mediodía porque multiplicaba por cuatro el número de empleados. Me sumé a las personas que de alguna manera condenaron al cierre a un pequeño local que no podía competir.

Aún así, sigo intentando hacer comercio de barrio. También comercio pequeño y céntrico, que me descubre marcas locales, sostenibles, diferentes.

El otro día en una de estas tiendas descubrí una marca gallega que fabrica de manera artesanal accesorios y que tiene una línea de pendientes que recrean paisajes de su tierra.

¿Alguien da más? Un trocito de la playa de Louro en tus orejas. Playas que todavía conservan belleza y que nadie ha pensado en convertir en parques acuáticos conectados con vuelos low cost.

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