Sala de máquinas

Después de los héroes

Juan Bolea

Juan Bolea

La guerra de Binyamin Netanyahu ha robado el primer plano a la guerra de Vladímir Putin y los corresponsales y fotoperiodistas peor pagados, como los españoles, han tenido que elegir entre una y otra contienda, yéndose finalmente a Jerusalén.

De ese modo, al reducirse los escenarios de noticias bélicas, muchos españoles piensan que ya solo hay una guerra, la del estado mayor judío contra los enemigos de la nación hebrea, siendo que, por desgracia, persisten muchas otras, entre ellas la guerra en Ucrania, para la que Volodímir Zelenski necesita con urgencia nuevos soldados.

Tiene esa necesidad el presidente ucraniano porque en el territorio ocupado del Donbás han muerto cerca de doscientos mil soldados compatriotas suyos. Menos que militares rusos, hay que matizar, cuyas bajas parecen haber alcanzado los trescientos mil hombres, pero siendo proporcionalmente el daño humano a las fuerzas de Kiev mucho más grave y tal vez determinante para el resultado final que el que Moscú puede soportar entre sus divisiones y regimientos, al disponer de mucha más población y de un ejército más numeroso y mejor preparado. Y, sobre todo, al estar bajo el mando de una dictadura implacable que apoya y suministra la maquinaria militar. Zelenski, en cambio, demócrata sostenido por otras democracias, no puede alistar a miles de jóvenes a punta de pistola, viéndose obligado a recurrir a excepcionales sistemas de leva que, en plena guerra, con el horror del frente, con tantos ataúdes de vuelta y cadáveres insepultos en el barro del invierno convence cada vez peor, por mucho que amen a su país, a los ciudadanos ucranianos en edad de combatir.

Y es que los héroes, aquellos que cuando Putin puso un pie en su patria saltaron como muelles, empuñaron fusiles y pistolas, se metieron en las trincheras y en los tanques, pilotaron los aviones de combate, minaron los barcos enemigos, lucharon a bayoneta o a brazo partido contra el enemigo invasor, están, en su mayoría, muertos. Heroicamente acudieron a la llamada de su patria, heroicamente ofrendaron su vida y heroicamente la perdieron. Y ahora que ya no están, sus mujeres, ya viudas, sus hijos, ya huérfanos, sus desesperados padres o sus desolados amigos tienen más argumentos para eludir esa supuesta obligación de perecer por unas cuantas hectáreas yermas y aldeas incendiadas... Después de los héroes, ¿quién viene? Ni siquiera Zelenski lo sabe...

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