La inteligencia natural

Carmen Pérez Ramírez

Carmen Pérez Ramírez

Llegando a estas fechas tradicionales y consumistas tengo siempre la misma sensación de desazón y desgana. Empiezan con una constante difusión para inducir a comprar productos alimenticios con antelación a la Navidad, proyectando necesidades que no son esenciales. Por otro lado la familia es un factor importante en nuestras vidas, pero se da la circunstancia que en las fiestas de Navidad, la convivencia no siempre se presenta estable. La melancolía se instala recordando a los que se han ido y aunque haya una predisposición a lucir como el árbol al que hemos decorado con bolas brillantes.

La dinámica se rige con base en la cultura, la inteligencia o la sicología de cada persona; componentes que están presentes en las formas y maneras de entender y actuar; pueden ser estabilizadoras o todo lo contrario. Nuestro crecimiento personal está basado en lo que potenciemos, por el contrario si nos quedamos pasivos nos posicionaremos en la indolencia.

No obstante, la Navidad da ocasiones para que la dinámica prosiga su trayectoria hacia la implicación.

La inteligencia natural tiene la cualidad de conseguir capacidades que se adquieren a través del aprendizaje como es la lingüística, la lógico-matemática o la creativa. Éstas se han de priorizar en la formación de nuestro sistema educativo a través de la práctica del esfuerzo, tanto por parte del alumnado como del profesorado. El último informe PISA ha permitido evaluar las competencias educativas de los estudiantes al término de la ESO y la nota obtenida en España ha sido baja.

Tanto que nos posiciona en una mayor fragilidad de cara al futuro. Si no mejora esta nota se verá disminuido el desarrollo de innovación, de investigación, de creatividad, de autonomía, de progreso y de convivencia, es lo que en estos momentos estamos viendo en las acciones más cotidianas.

Las competencias que tenemos en educación, como comunidad autónoma que somos, sirven para gestionar un modelo educativo más sólido y más progresista de cara a un necesario futuro inmediato.

Hay que hacer hincapié en saber que desde hace décadas el sistema educativo está perdiendo contenidos– por la falta de acuerdos de todos los gobiernos– bajando el nivel de conocimientos. Lo vemos en el grado que hay de solvencia en cada uno de los campos profesionales, empezando por el sistema público y privado.

Estamos pasando un tiempo de incertidumbre, de desorden político, de inseguridad ciudadana, de descontrol de gestión, de listas de espera interminables en la administración, en la sanidad. Pobre de aquel que tenga que gestionar su jubilación, necesite una operación de cadera o una atención sicológica.

La falta de diligencia en temas tan importantes por no tener personal que abarque las necesidades sociales, por no pautar mayores presupuestos y no hacer una buena gestión, nos está llevando a una coexistencia insostenible. Faltan profesionales bien formados, gestores preparados que se hayan instruido en sanidad, en conocimientos económicos y administrativos. Aquellos que son destinados, políticamente, a puestos de indudable responsabilidad deberían llegar a esos puestos con una garantía de preparación profesional al margen del adiestramiento del partido.

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