Sala de máquinas

Igualdad

Juan Bolea

Juan Bolea

Una de las fantasías más recurrentes en la actual política española sería la existencia o co-existencia de dos presidentes: el presidente del Gobierno español y el president de la Generalitat.

Los medios intervenidos, de obediencia debida al poder (antes al PP, ahora al PSOE), como TVE, solapan una declaración de Pedro Sánchez con otra de Pere Aragonès; la felicitación navideña de uno en oposición a la del otro; una propuesta del primero con la inmediata reacción del segundo; y así sucesivamente, hasta proporcionar deliberadamente a la opinión pública la impresión de una suerte de bicefalia, de un poder contrapesado, incluso compartido...

Esta maquiavélica falacia política, periodísticamente hablando una aberración formal, viene, por desgracia, asentando otra de fondo: la consideración de Cataluña como un territorio privilegiado, de características especiales y que merece un trato específico, ese «encaje» en la mercería institucional por algún sastrecillo valiente.

Nada, sin embargo, más lejos de la realidad y más alejado de la Constitución.

Cataluña no es un Estado asociado, una nación en ciernes ni nada que se le parezca, sino una más de las diecisiete comunidades autónomas que conforman el Estado español. Exactamente igual que Andalucía, que el País Vasco o que Aragón. Todas ellas, en consecuencia, deben ser tratadas del mismo modo por el gobierno porque así, en defensa de su innata igualdad, lo ordena nuestra Carta Magna.

«Igualdad»: palabra mágica, término clave que Felipe VI repitió en su alocución de Nochebuena. Igualdad debida, necesaria, entre todas las CCAA del Estado español. Igualdad institucional, protocolaria, económica, informativa... De manera que una propuesta o reclamación de un presidente como Aragonès importe tanto como la que puedan formular Jorge Azcón desde Aragón o María Chivite desde Navarra.

Abrir todo el santo día los telediarios nacionales de la TV pública con el busto parlante de Aragonès, un político mentiroso y mediocre, de segunda división, que no ha ganado nunca unas elecciones y que conspira para romper la unidad de España, se debe a la decisión de una mente idiotizada o perversa que, además, de no haberse leído la Constitución española, no entiende o no quiere entender la palabra «igualdad». Va siendo hora de corregir esto.

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