La huella de Alierta en Aragón

El Periódico de Aragón

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La definición de aragonés encaja a la perfección en la figura de César Alierta, que ayer falleció en el hospital Quirón de su ciudad natal, Zaragoza, aquella que se llevará allá donde vaya. Su fallecimiento deja más huérfano a Aragón y supone la pérdida del empresario más relevante de la comunidad en las últimas décadas, una figura que deja un legado irrepetible y que ya es recordado por una tierra de la que ha sido su mejor embajador y a la que representó siempre. Además, demostró ser un férreo defensor de las posibilidades de futuro que encierra Aragón y sus gentes. Nunca se cansó de recordar que «es una tierra de oportunidades con un potencial espectacular». Alierta recibió innumerables reconocimientos durante su dilatada y brillante trayectoria, pero quizá los más destacados para él fueron la Medalla de Aragón o la Medalla de Oro de la ciudad de Zaragoza, de la que es también hijo predilecto.

Su devoción por la Virgen del Pilar, su pasión por el Real Zaragoza (al que salvó de una debacle con su vital aportación económica en un momento de extrema fragilidad del club), su debilidad por el Pirineo (donde impulsó el negocio de la nieve) y su amor por la capital aragonesa son sus señas de identidad y parte de su ADN. Alierta hacía gala de ello en todo momento y lo pregonaba en cualquier rincón del mundo. Lo hizo sobre todo como presidente de Telefónica, un cargo que ocupó entre los años 2000 y 2016. Fue entonces cuando la compañía dio pasos de gigante en su internacionalización y transformación digital. La multinacional no sería hoy la misma sin su huella. También estuvo al frente de Tabacalera entre 1996 y 2000 y se convirtió en uno de los grandes empresarios de la modernización económica nacional tras los complicados años de la Transición española, una etapa que estuvo marcada por la privatización de las grandes compañías de la mano del Gobierno de José María Aznar.

Pero Alierta también era un hombre cercano y familiar, un sello que también le ha distinguido y que destaca quien le conoce bien. Así lo demostró con la intensa relación que mantuvo con sus hermanos y sus sobrinos, así como su amor por Ana Placer, su esposa, a quien perdió en 2015. Sus lágrimas cuando recibió el Premio Empresario de Aragón en 2016 son, asimismo, prueba de lo importante que para Alierta era su tierra y sus amigos.

El 10 de enero de 2024 será recordado como una fecha triste, el día en que la comunidad perdió a un empresario que se adelantó a su tiempo y marcó el rumbo que había que tomar. En definitiva, Alierta ha sido un referente y una brújula para impulsar la autoestima que necesita Aragón.

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