Opinión

El cuento del batracio

Ahora le ha salido un sapo al PSOE y el PP, que había llenado charcas con esos anfibios que le costaron el gobierno a Rajoy, toca a rebato. Hemos enterrado apresuradamente la «nueva política» y sus promesas de una profunda regeneración que sigue siendo necesaria. Al brillante politólogo Iglesias y al oportunista mercadotécnico Rivera se los llevó la grisura de la praxis política, en la que ambos no eran muy duchos. Pero aquellos aires traían un impulso reformador que intentaba remozar el polvoriento edificio de nuestra democracia, con instituciones tan «útiles» como el Senado, la Monarquía o el Tribunal de Cuentas (tal como funciona) o tan clientelares como las Diputaciones Provinciales... Se viene demostrando que los partidos necesitan estructuras, tejidos humanos e implantaciones territoriales, y cuando eso no se tiene pasa lo de Galicia... Pero este retorno a la real politik no debe hacernos olvidar que en ella se cultivan los champiñones de la corrupción, el nepotismo, la endogamia y la prepotencia de no rendir cuentas. Por ello, como ocurre en los países más avanzados, es necesario implementar controles efectivos sobre la res publica. El lado oscuro está ahí y tiene en los asesores uno de sus filones. ¿Saben que hay casi tantos de esos cargos de libre designación en el congreso como diputados? ¿Saben que en la Diputación Provincial de Zaragoza se ha copado el cupo de 45 asesores, doblando los que había en la legislatura pasada? El batacazo del PSOE en Aragón requería nuevos refugios para sus desahuciados... En la política deberían exigirse los estándares de competencia y preparación de la vida profesional. La confianza es un valor a considerar, pero no el único para amarrar cargos con dinero público. En fin, la democracia es un lago cristalino que los batracios pueden arruinar.

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