Opinión | APUNTES AL MARGEN

Elecciones gallegas

He preferido esperar un poco para analizar las elecciones gallegas y su vorágine, porque siempre las cosas despacio se ven con más claridad. Fue una campaña brusca en la que el BNG lo hizo muy bien y en la que el PP jugó bordeando los límites. Hay que recordar las ayudas a la dependencia o las subvenciones a centros gallegos y demás en plena campaña. Pero si nos vamos a los resultados, está claro que el PP ganó, no es discutible. De hecho, revalidó la mayoría absoluta, aunque perdiendo dos escaños. Ahora bien, llama poderosamente la atención que tras este resultado los medios y el propio PP hablaran más o menos como del España-Malta (un partido de fútbol que nuestra selección ganó 12-1). Sin embargo, los fríos números dicen otra cosa: el PP obtuvo el 47,36% de los votos mientras que la suma del BNG y el PSOE fue del 45,61%.

Es decir, el PP ha sacado una ventaja a sus rivales del 1,75%. A mí me parece que 1,75% de ventaja jugando con la Xunta de tu lado, y con una ley electoral que te favorece, se parece más a ganar un partido 1-0, en jugada a balón parado fruto de una falta discutible, que a la goleada de España a Malta. Tras las elecciones autonómicas de mayo ocurrió exactamente lo mismo: una sobrerreacción eufórica de la derecha ante lo que de facto era un empate aderezado por una ley electoral que les beneficia. Un mes después llegó la resaca con las generales, que fueron otro empate.

Es decir, el país anda bastante dividido y la derecha saca provecho de una ley electoral que ya se hizo en su día con la circunscripción provincial y un mínimo de dos diputados, precisamente con esa intención. En Galicia, el PP ha obtenido un 6% más de escaños de que de votos, el PSOE un 2% menos. Democracia Orensana con 15.000 votos tiene un diputado, Vox o Sumar con 30.000, ningún escaño. Sería interesante que de cara a las próximas generales se reformara la ley electoral con una medida muy simple y que no requiere modificar la Constitución: reducir de 2 a 1 el mínimo de diputados que se eligen por provincia. De esta forma todas las provincias seguirían representadas, pero algunas ya no estarían tan sobrerrepresentadas, y esto tendría dos ventajas: la primera es que los resultados electorales serían más justos (más cercanos a la idea de que el voto de todos vale lo mismo), y la segunda que ni los gallegos tendrían que aguantar el esperpento de Democracia Orensana, ni los aragoneses el del PAR.

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