Opinión | apuntes al margen

Ayuso y Ábalos

Si ustedes piensan en su entorno cercano en la época de la pandemia, encontrarán gente de profesiones muy variopintas, sanitarios, cajeros, currelas de la Opel, camioneros etc. Pero yo les lanzo una pregunta ¿a cuántas personas conocen cuyo trabajo sea ser comisionista de mascarillas? Hay que reconocer que es una profesión poco frecuente. Sin embargo, el hermano y el novio de Ayuso justamente se dedicaban a eso. Si hubieran sido dos hermanos, o padre y hermano, se podría pensar en una larga saga de comisionistas de mascarillas, pero son el hermano y el novio que no tienen lazos de sangre y lo único que les une es conocer a la presidenta de la Comunidad de Madrid. ¿Será pura casualidad? Además de forrarse con mascarillas parece que le novio es un delincuente fiscal ya que según publican diversos medios lo habría reconocido por escrito. Una cosa hay que decir, Ayuso no está imputada en ningún juzgado. Es decir, jurídicamente está exactamente en la misma posición que el señor Ábalos, no está imputado, pero parece que personas a su alrededor han hecho cosas muy feas y están siendo investigadas por ello. A Koldo y otros especímenes desgraciadamente habituales en la política les dedicaré otra columna, sin duda la merecen.

Lo que diferencia a Ayuso y Ábalos son dos cosas: la primera es como han reaccionado sus respectivos partidos. Ábalos está suspendido de militancia y forma parte del Grupo Mixto del congreso porque ha sido expulsado del Grupo Socialista. Feijóo ha dicho que la señora Ayuso no está imputada y que no hay que hacer nada, no es de extrañar. Recordemos que Feijóo dirige el Partido Popular gracias a que Ayuso se pulió a Casado justo después de que este sacara a la luz la enorme mordida que se había llevado el hermano de la presidenta de Madrid con las mascarillas. La segunda diferencia tiene que ver con el coste que tiene la corrupción para unos partidos y para otros. Ayuso ha llegado acusar de una operación orquestada por el estado contra su entorno al más puro estilo Trump, sabedora de que una parte importante de su electorado comprará la idea de la persecución y de su resistencia cual Juana de Arco. Asimismo, otra parte entiende como normal intentar defraudar a Hacienda, ya que en el fondo eso no es un delito, es picaresca española de la que vanagloriarse. Necesitamos penas mucho más duras por este tipo de delitos, para que esta percepción cambie.

Suscríbete para seguir leyendo