Opinión | EL MIRADOR

Con menos, mejor

Atribuida al arquitecto minimalista Mies Van der Rohe, la conocida frase «menos es más» se describe por sí misma, no puede ser más escueta y a la vez más explícita. En nuestra dialéctica la solemos añadir cuando en una función, hecho o trabajo nos hemos pasado de envoltorio con un resultado poco afortunado, interpretándose como rechazo a lo innecesario. Se identifica con el movimiento artístico del minimalismo, desarrollado a mediados del siglo XX, que se caracterizó por su enfoque de simplicidad y reducción esencial de formas y colores. Al pintor Frank Stella, uno de los artistas representativos de este movimiento, también se le atribuye la frase «lo que ves, es lo que es» (una manera de eliminar el adorno lingüístico en las obras pictóricas). Entre otros, también formaron parte del minimalismo: la pintora italiana Bice Lazzari (1900-1981) y la escultora estadounidense Ruth Vollmer (1903-1982) implicadas en geometrías priorizando la esencia de la proporción desapasionada y objetiva.

El concepto minimalista aún se sigue desarrollando en las artes plásticas, pero poco tiene que ver con la idiosincrasia de nuestra sociedad. La falta de equilibrio está latente en la escena cotidiana, debido, básicamente, a la introducción de una polarización problemática que lleva conviviendo con nosotros décadas. Las redes sociales se han desarrollado, en los últimos años, de tal manera que han dejado de ser una simple vía de comunicación e información, convirtiéndose en algo perverso y manipulador. La doble cara con la que se suelen presentar estas tecnologías hace que una gran parte de la ciudadanía se haga eco y partícipe de las señales que se ofrecen, sin reparar si son o no fake news. Estas redes sociales llegaron a introducirse por vías de transmisión informáticas, que vieron una manera fácil de manejo conductivo. Es sabido que el ser humano tiene respuestas, muchas de ellas suelen estar basadas en estímulos externos. Podemos echar mano del libre albedrío, pero la extensa y variada información que nos llega a través de infinidad de caminos nos sitúa en una sobrecarga informativa que nos agota y satura para poder discernir, llevándonos a un importante malestar sicológico de intoxicación.

La incitación al consumo a través de los medios de comunicación digitales es desmesurada. Este acoso ha producido que se establezca un consumismo de signo anómalo, incluso, en algunos casos, enfermizo. La necesidad de consumir se produce por factores sicológicos, por estímulos que se asocian a una felicidad, que no deja de ser irreal. El valor que se da a los mensajes publicitarios y a las opiniones de personajes mediáticos inducen a una dependencia del consumo, perdiendo la autonomía de diferenciar lo que es necesario de lo superfluo. Los negocios, sobre todo de confección, las tiendas con las rebajas y las compras por internet, dan lugar a un consumo inmoderado. Las empresas hacen cada vez productos de peor calidad, aunque lleven el prestigio de una marca de diseño, esto da lugar a que se deterioren con facilidad y provoquen mayor gasto. La sociedad debería salir de la burbuja estimulada del consumo y vivir con menos, mejor, sin elementos que nos distraigan de las cosas importantes de la vida.

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