Opinión | VIRANDO A BABOR

La gota que colmó el vaso

Aznar dio la consigna: «el que pueda hacer que haga». Feijóo señaló el objetivo. Los pseudomedios pagados por la comunidad de Madrid, plagados de pesebreros que no dan para más en su profesión, llevan años inventando bulos, mentiras, calumnias. Compiten a ver cuál la inventa más gorda y sin miramientos, dónde duele más. A ver cuál de ellos hace más méritos para que los de Ayuso lo tengan en cuenta a la hora de repartir fondos. El pseudosindicato fascista recoge los recortes de prensa y los lleva al juzgado y el juez, más que predispuesto, admite la querella sin preguntar a la Fiscalía y seguramente sin pensárselo dos minutos. Es sólo el último acto de la estrategia de la crispación, la gota que colma el vaso. Y cuando el presidente hace público que ya vale, todas las hordas de meritorios compiten también a ver quién es más ingenioso en la descalificación. Los más mediocres ponen a sus gabinetes a pensar y se les ocurre decir que si es un truco, que si es para ocultar problemas (el PP no tiene ninguno con la corrupción porque la tiene tan interiorizada que es una seña de identidad, está en su ADN), que si es un show. Y esto último lo dice un showman que se va a la prisión de Zuera a decir tonterías o rompe ante las cámaras un folleto que trata de contribuir a la convivencia. La decisión de Sánchez ha sacado una vez más la bajeza moral, la miseria intelectual, el golpismo latente de las derechas españolas. Para entender lo que pasa hay que ir a las raíces, al fondo de la cuestión y no quedarse en lo superficial. Y lo realmente grave es que está en juego la democracia. Lo que se plantea es si la izquierda puede o no gobernar cuando alcanza el poder con los votos necesarios. Lo que es ya evidente que hay fuerzas que trabajan día a día por socavar, por deslegitimar, por acortar las legislaturas si gobierna la izquierda. Esto ya es viejo. No era la decisión de Sánchez lo más importante, sino si realmente la soberanía reside en el pueblo español o en las cloacas.

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