Opinión | salón dorado

De ‘buenos’ y ‘malos’

Como voy teniendo una edad, he conocido en la vida a gente estupenda y «buena» de Derechas y de Izquierdas, y a canallas y corruptos de uno y otro lado

Hace ya casi seis años, cuando Mariano Rajoy dejó, moción de censura mediante, la presidencia del Gobierno, escuché a una periodista hablar en términos dicotómicos sobre «los buenos y los malos» en la política española. Aquella señora se refería a los suyos, las gentes de la Derecha y de orden de toda la vida, como «nosotros los buenos», y lamentaba con tristeza que hubieran ganado «los malos» tras la moción que llevó a Pedro Sánchez a la jefatura del Gobierno de España. Con un maximalismo propio de una notable cerrazón intelectual, dividía la sociedad en dos bandos, unos «buenos», los de la Derecha, y otros «malos», los de la Izquierda. Aquella periodista no atendía ni a más razones ni a más argumentos que los que salían de sus vísceras, supongo que ella creía que era la mismísima divinidad la que inspiraba sus palabras, más propias de la sibila cumana que de una mujer del siglo XXI.

Hace cinco días escuché a la vicepresidenta primera del Gobierno, convertida en una fan desbocada a la puerta de la sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz, hablar exactamente en los mismos términos que aquella periodista a comienzos de junio de 2018. Para la vicepresidenta, España está dividida otra vez en «buenos y malos», y con la decisión de Sánchez de quedarse han ganado los «buenos». En este caso, los «buenos» no son sólo los autollamados progresistas (me niego a calificar de izquierdistas a estas gentes del Gobierno, que se han convertido en pura casta política, que viven como los clásicos burgueses y que se comportan en política económica como perfectos derechistas ultraliberales), sino también los ultraconservadores del PNV, los racistas excluyentes de Junts y sus afines y los esquizofrénicos de Esquerra Republicana y de Bildu; estos dos últimos defienden la independencia de sus territorios como el valor máximo del progresismo, manda huevos.

Como voy teniendo una edad avanzada, he conocido en la vida a gente estupenda y «buena» de Derechas y de Izquierdas, y a canallas, ladrones y corruptos de uno y otro lado del espectro político; incluso he visto a tipos que han pasado de la extrema Izquierda a la extrema Derecha, y viceversa, a una velocidad superior a la de la luz, sin que se les moviera un pelo del flequillo.

Así, para gente como aquella periodista y esta vicepresidenta «bueno» y «malo» han dejado de ser calificativos de las personas por lo que son por sí mismas para convertirse en una categoría según seas o no de los míos. Otra vez las dos Españas machadianas. España misma.

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