Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Hablemos de Palestina

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En el artículo Palestina, y las palabras prohibidas de Maciek Wisniewski he conocido que poco ha se filtró un memorándum interno del The New York Times (NYT), instruyendo a sus periodistas a evitar determinados términos y a cómo describir la violencia de Israel contra los palestinos. Justificado en aras a la claridad y la objetividad. Tal actuación no es nueva, pero con la guerra en curso se ha mostrado diáfana.

Atentando al derecho internacional, desde 1967 Israel ocupa ilegalmente el territorio palestino: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental. Pero no pueden usar «territorio ocupado», y, en cambio hablan de que Israel «‘supervisa’ la Ribera Occidental». A pesar de que Israel se fundó en la Nakba (limpieza étnica) y tras la invasión de Gaza, esta se volvió un objetivo fundamental, la «limpieza étnica» está prohibida. La Corte Internacional de Justicia dictaminó que hay genocidio en Gaza, como también Francesca Albanese, relatora de Naciones Unidas para Gaza en su informe Anatomía de un genocidio, mas el término «genocidio» está prohibido.

Tampoco pueden hablar de «campos de refugiados» en Gaza, donde son ya antiguos, porque toda la franja es un gran campo de refugiados y sus ascendientes expulsados por los asentamientos israelíes, para desdibujar su origen y negar su derecho de retorno.

El máximo exponente de la parcial inclinación hacia la propaganda israelí, obsesionada siempre por borrar toda huella de Palestina, es la explícita prohibición del término «Palestina», sea respecto al territorio o al Estado, excepto en casos muy raros

La prohibición de las palabras, que describen de manera verídica la realidad de Palestina, está calculada con el objetivo de oscurecer el origen y distorsionar las razones del conflicto a fin de asegurar el apoyo pleno a una parte (Israel) y tener consecuencias del reconocimiento y del derecho internacional. El reciente veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU para admitir a Palestina como miembro pleno o la negativa de Washington a reconocer la aplicabilidad de las convenciones de Ginebra a Gaza (para no perseguir a los políticos israelíes por crímenes de guerra y/o lesa humanidad) son buenos ejemplos.

Muchos de los titulares del NYT, son manipulados. Los palestinos mueren solos sin conocer sus asesinos, mientras que los israelíes siempre son masacrados y asesinados brutalmente. El objetivo es deshumanizar a los palestinos, cuya vida no vale nada, sean niños, adultos, ancianos.

Tal actuación del NYT tampoco es una novedad. Recordemos las armas de destrucción masiva en 2003 para justificar la invasión de Irak. Hoy son las violaciones masivas de Hamas, según las fake news israelíes sobre los bebés decapitados o niños en microondas, repetidas por los políticos estadounidenses, que nunca fueron contrastadas por NYT, ni tampoco estuvo en su agenda, hacerlo.

José Saramago, decía, en 2002, que Palestina es como Auschwitz, levantando un gran escándalo en Israel, y que no era un conflicto. «Podríamos llamarlo un conflicto si se tratara de dos países, con una frontera y dos estados con un ejército cada uno». «Un sentimiento de impunidad caracteriza hoy al pueblo israelí y a su ejército. Se han convertido en rentistas del holocausto. Con todo el respeto por la gente asesinada, torturada y gaseada». «Auschwitz es para los judíos una herida que probablemente no cicatrizará jamás. Pero no quieren ver cicatrizada, constantemente arañan para que continúe sangrando, como si pretendieran hacernos responsables de ella». «En lugar de aprender de las víctimas, se han inscrito en la escuela de los verdugos. ¿Que ayer fueron segregados? Ahora segregan. ¿Que fueron torturados? Ahora torturan».

Tan culpable es quien arroja bombas sobre Gaza, como quien se las suministra. Si se cuentan las víctimas civiles de las intervenciones estadounidenses, suman entre 10 y 15 millones en las guerras de Corea y Vietnam, y entre 9 y 14 millones por acciones bélicas de EEUU y de sus agentes indirectos (por ejemplo, Afganistán, Angola, Congo, Timor Oriental, Guatemala, Indonesia, Pakistán, Sudán...) En total, según cifras oficiales de organizaciones de derechos humanos, EEUU es responsable de la muerte de 20 a 30 millones desde la II Guerra Mundial.

«¿Cuántas personas hay que matar para ganarse el título de asesino de masas y criminal de guerra?», preguntó el dramaturgo inglés Harold Pinter en su discurso del Premio Nobel de Literatura en 2005. Nos recordó «una vasta alfombra de mentiras, de la que nos alimentamos». Para «mantener el poder de las élites gobernantes», es esencial que la gente siga siendo ignorante, desconociendo la verdad. Debajo de esta alfombra se ocultan los crímenes mencionados. Simplemente no ocurrieron.

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