Opinión | VIRANDO A BABOR

La cultura y los toros

¿Forma parte la tauromaquia de la cultura? Pues para empezar deberíamos ponernos de acuerdo en definir el término cultura, lo cual no es sencillo. Ya en 1952 Kroeber y Kluckhohn ordenaron y clasificaron más de cuatrocientas definiciones. Décadas después (Carutti y otros, 1975), un grupo de antropólogos la definieron afirmando que «se trata de una forma integral de vida creada histórica y socialmente por una comunidad, de acuerdo con la forma particular en que resuelva o entable las relaciones con la naturaleza, las de los integrantes en su seno, las relaciones con otras comunidades y con el ámbito de lo sobrenatural, a fin de dar continuidad y sentido a la totalidad de sus existencia mediante una condición que sustenta su identidad». Parece que fue Tylor el primero que usó el término en 1871 en Primitive Culture. Para él cultura era sinónimo de civilización, y era «un complejo total que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y otras aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad». Para Geertz habría que concretar más y Marvin Harris resume que el concepto hace referencia a las formas de pensar, sentir y comportarse los miembros de una población. No hay pues ninguna valoración ética o moral de tal o cual cultura o rasgo cultural. Así pues, formar parte de la cultura no puede ser ningún argumento para perpetuar un comportamiento individual o colectivo. Sin duda, permítanme un ejemplo, el machismo forma parte de la cultura occidental, pero no conozco a nadie intelectualmente relevante que no acepte que en pos de la igualdad, debemos construir otro tipo de relaciones. Así pues, los taurinos pueden decir que su afición forma parte de la cultura española, lo cual no es sino describir lo que ha sido una realidad. Pero las culturas evolucionan y lo que Goya o Pérez Galdós apreciaron en su tiempo choca hoy con la sensibilidad de la mayoría de la población. El tiempo dictará sentencia.

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