Opinión | EDITORIAL

China: un apoyo a Putin no incondicional

El viaje a Pekín de Vladímir Putin ha permitido a Rusia escenificar el buen momento de la alianza estratégica con China que, entre otras cosas, ha facilitado a Moscú suavizar el efecto de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea a raíz de la invasión de Ucrania. Sin el respaldo de Xi Jinping, la erosión de la economía rusa hubiese sido mayor y la falta de componentes imprescindibles para atender a las necesidades en el campo de batalla habría debilitado la capacidad rusa de soportar una ya larga guerra de desgaste. Puede decirse que China ha sido el salvavidas que ha acudido en apoyo de Rusia y, a pesar del bloqueo de fondos rusos en entidades de Occidente, ha evitado que se hicieran realidad los peores presagios.

La exportación de energía a precios políticos y las facilidades acordadas con China para que sus empresas inviertan en Rusia es la factura que Putin está dispuesto a pagar. Menos gravosa de lo que aparenta porque en los dos años largos de la guerra en curso, el Kremlin ha dado con nichos de negocio alternativos a la (al fin y al cabo, parcial) cancelación por la Unión Europea de la importación de energía con origen en Rusia. Una capacidad de acomodación a las circunstancias que pocos creían posible y que ha corrido pareja a la adaptación de las operaciones militares en el frente ucraniano, con reiterados cambios en la estructura de mando.

En la buena sintonía de Moscú y Pekín alienta su apuesta común para disputar la hegemonía a Estados Unidos, cuya guerra comercial con China se ha agravado durante la presidencia de Joe Biden. De ahí que Putin y Xi hayan coincidido en manifestar su disposición a detener la guerra mediante una solución política sin precisar, que en la mente del presidente ruso significa, como mínimo, anexionarse la tierra conquistada, pero cuyo contenido no ha detallado el líder chino. Porque el problema para la gran potencia de Asia es dar continuidad a tal alianza sin dificultar en exceso el progreso de su primer objetivo mirando a Europa: la nueva ruta de la seda. Hay en Bruselas más opiniones recelosas que favorables al proyecto vista la gran capacidad competitiva de las empresas chinas, pero Xi no renuncia a él.

Esa contradicción entre disponer de una alianza estable con Rusia y su propósito de intensificar la relación comercial con Europa explica la decisión del presidente chino de no suministrar armas a Putin, algo reconocido por Estados Unidos, y limitarse al suministro de insumos para su fabricación. Es difícil de prever la durabilidad y consistencia de ese enfoque dual, pero vale como referencia la reacción china cada vez que desde el Kremlin se ha hecho mención del eventual recurso al arsenal nuclear: en todos los casos ha salido al paso algún funcionario chino para declararse del todo contrario a tal posibilidad. Una posición fijada siempre en términos parecidos a los que se han dejado oír en Occidente, un dato a tener en cuenta cuando se trata de medir la solidez de la entente ruso-china, no exenta de contradicciones y claramente asimétrica: la economía china es la segunda del planeta, mientras que la rusa, a efectos de presencia en los mercados internacionales, es poco más que un monocultivo energético. Otro dato que debe tenerse en cuenta.

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