Opinión | TERCERA PÁGINA

¡Vaya Catalina!

Analicemos las consecuencias de cualquier proyecto, no sea que las luces de neón nos impidan ver la realidad, y una clara es la falta de agua al norte de Teruel

Estos días, uno de los nombres más recurrentes en los medios turolenses es el de Catalina, ya que va ligado a un proyecto de hidrógeno verde en la Comarca de Andorra. No sé si quien ha elegido el nombre ha sido consciente de lo que esta palabra significa coloquialmente en nuestro país, pero una catalina es lo que puede suponer para el territorio este proyecto si llega a hacerse, en función de las subvenciones recibidas o lo que quizás nos deje después de un largo proceso.

Independientemente del nombre, es muy significativa la disparidad de las informaciones publicadas en los distintos medios, incluida la web de alguno de los promotores. Lo primero que llama la atención es la poca unanimidad en la capacidad de producción de la citada planta de electrólisis, que según medios va desde las 40.000 toneladas/año a las 84.000 en los primeros años, y en otros se habla de una producción de 336.000 toneladas cuando el proyecto llegue al máximo desarrollo. Esta falta de unanimidad en los datos ya da una idea de lo indefinido que puede estar el proyecto, o de los distintos criterios que tienen los promotores a la hora de tratar de convencer al territorio y a las administraciones.

Otro debate es la cantidad de agua necesaria para abastecer el proyecto y de dónde la van a sacar, en una zona que siempre ha tenido dificultades hídricas y que ha planteado obras de gran envergadura, que en algún caso no han llegado a terminarse, como la elevación de aguas del Ebro. En la propuesta de menor producción de hidrógeno se necesitaría un hectómetro cúbico de agua, en la propuesta intermedia serían cerca de dos y en la propuesta final de producir 336.000 toneladas serían necesarios 6,72 hectómetros. Esto estaría calculado aplicando un consumo de unos 20 litros por kilo de hidrógeno, que no es una cantidad exagerada, pues se habla de nueve litros de agua pura, pero en las aguas sin tratamientos está entre 18 y 25 litros. A esto le tendríamos que añadir la cantidad necesaria para la refrigeración de los procesos de electrólisis, que hay quien la calcula en el doble, siendo optimistas y con funcionamientos óptimos.

Del ingente consumo de agua no se ha dicho nada en los medios, igual no interesa que los regantes y las poblaciones tengan serias sospechas de que este volumen de agua es prácticamente insostenible en esa zona y que deberá ser detraída de otros usos e incluso de necesidades ciudadanas. Primero se plantea el problema y la solución se deja para más adelante, cuando ya tengamos construida la planta de electrólisis y no se sepa de dónde sacar el agua; puede que pidan los 9 hectómetros que dejó sobrantes la térmica de Andorra, puede que pidan una concesión del recién recrecido embalse de Santolea, o puede que se vuelva a hablar de la elevación de aguas del Ebro. En cualquiera de las propuestas se detraerá un bien, el agua, de unos usos agrícolas o de abastecimiento para destinarla a producir hidrógeno que se transportará a 200 kilómetros.

¿Qué se dirá a los vecinos en caso de existir dificultades de suministro de agua? Que no se había previsto, que no se había recogido en el proyecto...

Es contradictorio cuando no tenemos reservas suficientes de agua para el consumo, crear expectativas de convertirnos en un país exportador de hidrógeno verde, estimulando proyectos que consumen ingentes cantidades de agua. En una España con sed y que sufre restricciones de este elemento fundamental para la vida y subsistencia del campo, se deben planificar las obras hidráulicas de almacenamiento y distribución necesarias para poder desarrollar este tipo de proyectos. Esto es más sangrante si consideramos que en la zona de Andorra, Calanda, Alcañiz y Caspe sus producciones agrícolas, un año sí y otro también, tienen limitaciones de riegos y dificultades para salvar las cosechas.

Otro de los asuntos recurrentes, en las noticias sobre Catalina es la cantidad de puestos de trabajo que se van a crear con su implantación, tampoco son coincidentes y no se deja claro si los puestos permanentes serán todos en la planta de electrólisis, en los parques eólicos y fotovoltaicos o en la planta de producción de amoniaco, que no estará precisamente en Andorra, sino a casi 200 kilómetros. Es habitual al presentar un proyecto hablar de una cantidad de puestos de trabajo desproporcionada, que en su puesta en marcha suelen reducirse en una cuarta parte, en el mejor de los casos. Quizás no se mienta y se cuentan puestos que no están ubicados en la planta de producción pero sí en la empresa, aunque dedicados a varios proyectos.

El siguiente capítulo será hablar de los ingresos que supondrá la instalación del proyecto Catalina y desgraciadamente no se analizarán con la misma profundidad sus impactos, pues sin tener datos se puede estimar que se necesitará instalar más de 200 aerogeneradores, en una zona ya saturada y ocupar cientos de hectáreas de tierras de labor para colocar placas solares. Este proyecto sumado al Nudo Mudéjar, el Clúster Majalinos, el Clúster Begues y algunos otros proyectos sueltos, puede suponer la mayor concentración de molinos y placas del Estado español.

Vamos a poner todas las cartas encima de la mesa y analizar todas las consecuencias de cualquier proyecto, no sea que las luces de neón nos impidan ver la realidad, y una muy clara es la falta de agua, que cada vez va a ser mayor, en las tierras del norte de Teruel.

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