Opinión | EDITORIAL
El Zaragoza salva un año aciago
Después de una lenta agonía que llevó el desenlace de este tremendo enredo hasta la penúltima jornada de Liga, el Real Zaragoza certificó en Santander la permanencia matemática en Segunda División con una gran victoria ante el Racing (0-2). Se evita así un sufrimiento extremo en el último encuentro y finiquita una campaña para el olvido, que empezó con la máxima ilusión y que ha acabado siendo muy tormentosa para la masa social del club, con numerosos episodios frustrantes y una angustia tremenda hasta el final.
La actual propiedad del Real Zaragoza, que decidió que Jorge Mas ejerciera la labor de presidente a pesar de vivir en Miami y de su poco peso accionarial pero que tiene su corazón y su cerebro en tierras mucho más cercanas, ha vuelto a fallar desde el punto de vista deportivo por segundo año consecutivo. Más allá de todos los movimientos financieros y societarios que ha realizado en estos casi 24 meses, encaminados a mejorar con éxito la salud económica del club y a afianzar sus cimientos para el medio plazo, la SAD ha completado dos temporadas realmente pobres a ras de césped, la verdadera razón de ser de este negocio.
En la primera, el Real Zaragoza terminó decimotercero y en ningún momento estuvo en condiciones de competir por el ascenso ni por el playoff. En esta segunda incluso lo está empeorando a pesar de un comienzo de Liga muy esperanzador, con cinco victorias consecutivas celebradas al son del Moverse, maños, moverse y de que el límite salarial llegó hasta los 10,7 millones de euros tras el mercado de enero, la cifra más significativa en estas once campañas seguidas en Segunda, consecuencia de diversas ampliaciones de capital, la consiguiente reducción de la deuda y diferentes acciones más. LaLiga situó el límite del club en la cuarta posición de la categoría, aunque el gasto en las fichas de plantilla coloca al equipo aragonés en una posición algo inferior de manera real.
Sin embargo, nada ha salido bien. En el otoño, el destino empezó a torcerse de nuevo para el Real Zaragoza que, desde entonces, ha descrito una curva descendente que se llevó por delante a dos entrenadores, Fran Escribá y Julio Velázquez, y que trajo de regreso a Víctor Fernández. El aragonés calmó la crispación social con su presencia pero numéricamente ha estado por debajo de las expectativas. Sin embargo, suyo es el mérito de la permanencia en un ejercicio de alta dificultad.
Además de otro vaivén de técnicos, la temporada ha estado marcada por un sinfín de lesiones y por el bajísimo rendimiento de muchos de los fichajes, especialmente de los delanteros, con mención aparte para Sinan Bakis, apuesta deportiva y económica estrella del verano y que todavía no ha hecho gol. Eso sí, no ha sido el único responsable. La Liga 23-24 ha dejado marcados a muchos otros jugadores. El proyecto fue recibido con todo tipo de elogios el pasado verano, pero ha descarrilado por completo. Para el consejo de administración del Real Zaragoza es la hora de tomar importantes decisiones, de evaluar con responsabilidad lo que ha sucedido esta temporada y de actuar en consecuencia. Víctor Fernández será una pieza capital en el futuro. La ciudad y el zaragocismo no se merecen otra temporada así de penosa y agobiante, sino un proyecto deportivo más certero, acorde a la plaza y a la relevancia histórica de la entidad.
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