Opinión | el triángulo

El poder de las niñas

El tratamiento del concierto de Taylor Swift en Madrid y el de AC/DC en Sevilla es el reflejo vivo de la superioridad moral en la que algunos se manejan

La misma tarde que Taylor Swift comulgaba con un Santiago Bernabéu arrebatado, con los alrededores no tanto, porque los vecinos han descubierto las externalidades del capitalismo cuando no te benefician a ti, AC DC llenaba La Cartuja de Sevilla. El tratamiento de uno y otro concierto es el reflejo vivo de la superioridad moral en la que algunos se manejan. Vestirse de lentejuelas y brillos para corear el repertorio de todas las eras de la artista pop más influyente de este siglo está más ridiculizado que echarte en el cuerpo el mismo merchandising en forma de camiseta negra con la iconografía del grupo rockero. Que si Taylor se viste de sirena mientras Angus Young puede seguir con sus pantalones cortos de colegial cuarenta años después. Si las coreografías de las swifties mientras que el cabeceo con guitarra eléctrica imaginaria es de lo más correcto. A la mujer que más teme Trump, contra la que ya inició una campaña de desprestigio, es aquí un poco ninguneada bajo el perfil de producto de discográfica para las masas dóciles de jóvenes.

Solo la identificación aspiracional de las jóvenes con una mujer que controla su carrera y su fama en solitario hace más por el empuje femenino que todos los discursos que se puedan hacer desde los púlpitos. Que lo hará desde los estrictos parámetros de la cultura popular pero los Rolling Stones tampoco cambiaron el mundo, sí su plasma sanguíneo desde una clínica suiza regenerativa y de reconstrucción biomolecular que compartían con el rey emérito. En tiempos oscuros donde muchos jóvenes se ven tentados desde las redes por los discursos de supremacismo, de la confrontación y del rechazo al diferente. La jefa Swift habla de antirracismo, derechos LGTBI e igualdad de género, y lo hace desde su posición de privilegio no solo económica sino como blanca, norteamericana y heterosexual.

La defensa soft en las formas de convicciones de progreso que se propagan en una generación igual de reivindicativa que las anteriores pero que utiliza nuevos instrumentos para su expresión. Mujeres que muestran su disconformidad cuando les intentan apartar de su protagonismo estirando de una camiseta de fútbol y no solo se limitan a sonreír. Campeonas de Europa en una disciplina que de mérito, esfuerzo y capacidad van sobradas como la gimnasia rítmica, aunque haya sido siempre considerada una competición menor, de niñas. Hemos dado un salto en la defensa de lo femenino, de la feminidad que cada una elija sin ajustarse a unas normas precisas, pero con la convicción que esa defensa de la libertad se defiende, además sin complejo frente al resto. La swifties son unas más que empujan en esa dirección.

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