Opinión | DELANTE DE TUS NARICES

Votamos en Europa y nos odiamos en España

Según Ivan Krastev, el futuro de la Unión Europea se estructurará en torno al choque de dos rebeliones relacionadas con la extinción. Por un lado, la revuelta de los activistas climáticos que creen que si no cambiamos nuestra forma de vida haremos el planeta inhabitable. Por otra, la rebelión del "Gran Reemplazo", con sus ansiedades sobre la demografía: los extranjeros, el envejecimiento, la sensación de decadencia. Para el ensayista búlgaro, una paradoja de estas elecciones en las que se prevé un aumento de la extrema derecha es que la migración es menos divisiva que en otros momentos. Los partidos establecidos evitan hablar mucho del tema: hacen componendas y hablan de fronteras exteriores. Los partidos de ultraderecha parecen aceptar que el mercado laboral necesita trabajadores extranjeros.

En la construcción europea los socialdemócratas y la democracia cristiana han cooperado históricamente. Hay algo forzado en el enfrentamiento; para implicar al público practicamos el enconamiento nacional. Otra paradoja, señala The Economist, es que dependan tantas cosas de unas elecciones que no interesan mucho a los europeos. Necesitamos emociones fuertes: las mejores son el miedo y el odio, y se movilizan con un enfoque plebiscitario. El relato del PSOE de terror a la ultraderecha tiene la ventaja de que enlaza con un asunto propio de estas elecciones. Parece que esas fuerzas tendrán más protagonismo, veremos cómo condicionan las políticas y si consiguen coordinar una acción internacional de nacionalistas, algo que, como mostraron los hermanos Marx en Sopa de ganso, puede resultar complicado. Es una táctica deshonesta: amalgama derecha y ultraderecha; infla al supuesto rival de cuya peligrosidad alerta; potencia un enfrentamiento fantasmagórico con líderes que no tienen nada que ver con las elecciones. El marco del PP, más nacional, parece débil: defienden votar contra el presidente del Gobierno, pero el rechazo a Sánchez no tendrá consecuencias directas aunque sea amplio. Es una estrategia desconcertante: el éxito es difícil de medir y sus efectos serían difusos en el mejor de los casos; los riesgos son grandes. Se veía en la segunda carta de Pedro Sánchez, escrita después de que la Fiscalía europea pidiera entrar en Red.es, según cuenta Beatriz Parera: una misiva más ridícula que la primera, que ya es decir. Al reclamar que los jueces no interfieran en la política pide que en efecto hagan política, no se entiende qué es una alianza contra natura y cuál es natural (a no ser que la natural sea la que lo beneficia a él) y en general da una sensación de ofuscamiento paranoide. Pero también es teatro: un movimiento de campaña, que confirma que acepta ese plebiscito y cree que puede ganarlo. O fingir que lo gana: para el caso es lo mismo.

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