Me he resistido a escribir sobre la factura de la luz, el oligopolio de la energía eléctrica, el mix energético, el precio de los derechos de emisión del CO2 y el coste de los peajes porque como casi todo el mundo necesito un curso de formación para atreverme a tener una opinión propia con un mínimo de conocimiento. Llevamos todo el verano escuchando a los políticos responsables la dificultad de intervenir en el mercado energético, la herencia adquirida y la complejidad de la materia que nos explican una y otra vez, creo que esta vez con escaso éxito didáctico. Pero desde mi desconocimiento técnico es fácil atisbar que este es el piloto rojo del Gobierno de la nación, que la afección en la vida ordinaria de los ciudadanos después del oasis de gasto del verano impactará en la valoración del Gobierno, mucho más que la renovación del CGPJ o la mesa de negociación con el Govern de la Generalitat.

El precio de la luz batió ayer otro registro histórico y su subida dispara el IPC en agosto al 3,3%, el máximo en casi una década. No hay más que hacer la compra semanal para ver que cada vez se llega a menos y en el mes que las familias sufren el mayor gasto obligatorio del año es imperiosa la visión de medidas que puedan o no modificar esta progresión ascendente que afecta a todo el consumo. La mitad del incremento de la cesta de la compra de las familias durante tres meses consecutivos se debe a la factura de la luz cuando cerca del 80% de la producción eléctrica tiene los mismos costes que hace un año. La inflación en España sigue siendo una historia sobre el precio de la energía, es el 90% del total de la subida. Mientras los partidos políticos lanzan propuestas desde su sello ideológico como acabar con compromisos climáticos insostenibles que mantiene Vox o la creación de una empresa pública de energía que defiende Podemos, partido de la coalición de gobierno, Bruselas advierte de que no va a cambiar las reglas del juego.

El escenario inflacionista puede amargar la recuperación económica, los problemas de suministro de algunos componentes atrapados en este cuello de botella de salida de la crisis, la carestía de otras materias primas o el aumento de los costes del transporte de contenedores desde Asia ya llevaron al sector empresarial a avisar a mediados de año del riesgo de una inflación que se autoalimenta. Puede bastar con que las subidas de precios se produzcan durante unos meses para que se disparen durante un periodo mucho más prolongado. No hay una única solución, siempre será a largo plazo, primavera del 2022 dicen algunos, pero no me lo expliquen más, háganlo.