El triángulo

La exaltación

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

La exaltación es como una caja de sorpresas que se activa por muy diferentes razones. Existe ese momento de exaltación de la amistad que se produce tras unas cuantas, muchas, copas y en el que esa persona que se encuentra a tu lado y a la que le has confesado lo que jamás contarías a nadie se convierte en tu mejor amiga, en tu alma gemela, en ese ser que nació para amarte y descolgarse desde el trapecio de la vida para besar tus manos; lo malo de esa exaltación es que luego llega el día y la resaca, y la exaltación de la noche se convierte en algo así como un río frío, de contrastes húmedos y piedras resbaladizas sobre las que sabes que nada se sostiene, más bien todo se hunde.

Luego está esa exaltación que provocan aquellas personas a las que admiramos y por las que seríamos capaces de dar nuestra vida por un instante de su mirada y un recorrido de su tiempo junto al nuestro, aunque sea solo el eco de un bis, el aliento de un gol o el refinado instante de una dedicatoria. Y hay otra, la que provoca amores y desamores, la que inspira a unos y contraría a los otros y que en muchas ocasiones emana de determinadas personalidades que buscan justamente eso: enterrarse entre el amor y el odio. Hace unos días, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue nombrada por la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense alumna ilustre y eso trajo consigo un alarde de exaltación por parte de quienes la vitoreaban como si fuese única, divina y sagrada y otro bien distinto por todos aquellos que le dedicaban frases de desprecio, la abucheaban sin miramiento e incluso la llegaron a zarandear. Todo un espectáculo propio de la exaltación que, al ser como una caja de sorpresas, no sabes nunca cuándo cesará ni qué mal o bien traerá consigo, si es que trae algo consigo, ya que normalmente lo único que trae es el bochornoso momento de gritos urdidos desde el fanatismo de unos y otros.

Hay momentos de exaltación que bien podríamos ahorrarnos si las cosas se hicieran con cierto sentido común y sin abuso o menosprecio hacia esos otros cuyo nombramiento ha sido consensuado y no impuesto desde el poder. Algo de eso pasó con Ayuso y es que parte de la exaltación que movió a sus detractores tenía detrás el proceso por el cual ella había sido elegida y que simplemente responde a una forma de actuar como no se debieran hacer nunca las cosas. Ella lo sabía y pudo declinar la invitación, pero sin embargo fue mucho mayor la tentación de hacer visibles y mediáticas todas las exaltaciones posibles.

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