EL TRIÁNGULO

Ahora, volver a fumar

Carolina González

Carolina González

Con la pandemia en claro retroceso, algunos sectores reclaman una vuelta a su normalidad, como por ejemplo la hostelería. Fueron uno de los que más sufrieron económicamente el virus con el cierre, primero, y la limitación de aforos después. Recibieron ayudas públicas para que pudieran sobrevivir a semejante embate porque carecían de alternativa a su actividad habitual, especialmente los locales destinados al ocio nocturno. Todo el mundo comprendió sus reivindicaciones, las apoyó y se volcó en llenar las terrazas cuando se pudo salir a la calle y recuperar ciertas costumbres para sacarles de esos números rojos en los que habían caído con el cierre de las persianas durante tantos meses. No nos costó demasiado hacerlo, ya sabemos lo que nos gusta en España y en Aragón tomar la cervecita, el vermú y el café al solecito o, en su defecto, junto a esas setas calefactoras que empezaron a formar parte del paisaje urbano.

Las ganas de terraceo, de juerga y de socializar les han venido que ni pintado. La hostelería se ha recuperado con creces, llegando a superar cifras prepandémicas. Y lo ha hecho manteniendo algunas nuevas costumbres que nos trajo el covid como reservar para comer o cenar como condición sine qua non e, incluso, exigir una paga y señal para castigar a aquellos que no anulan y les dejan colgados, algo que ya ocurría antes de 2020. Los clientes hemos entendido sus razones.

Hemos aceptado igualmente pagar más por las consumiciones y por la cuenta en general. La inflación se ha disparado y todos la sufrimos, también ellos. Nos hemos acostumbrado a ver el espacio público invadido por mesas y sillas y que muchos locales hayan convertido las aceras en sus propias extensiones comerciales, con toneles, sombrillas y decoración incluidos. Hemos sacrificado sitio para pasear como peatones y para aparcar como residentes en determinados barrios. Pero ante la demanda de comprensión, se la hemos dado.

Sin embargo, ahora piden levantar la prohibición de fumar en las terrazas. Creen desmesurado que aquellos que desean encenderse un pitillo tengan que levantarse y alejarse unos metros, algo que hasta ahora no había supuesto ningún problema entre fumadores y no fumadores. Parece que es mejor que echen el humo al resto de personas que les rodean.

La ley del tabaco de Zapatero que lo sacó del interior de los bares se ha visto con el tiempo un gran avance para la salud, incluso por parte de los que la criticaban con más vehemencia. Quitar espacio a algo que es perjudicial para la salud debería ser una obligación. Ellos deberían, ahora, devolver esa empatía que hace unos meses nos requerían.

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