EL TRIÁNGULO

Goldin y unas amigas

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

El sábado por la noche cené con mis amigas de toda la vida, nos escolarizamos juntas y hasta ahora, igual es por eso que cuando nos juntamos nos dedicamos a arreglar el mundo como los jubilados al pie de una obra. Hemos debido dar por perdida la nuestra o que ya nada nos impresiona demasiado, dejando a un lado la enfermedad o la muerte. Es lo que tiene la adultez camino de la vejez que crees con cierta soberbia que nada de lo humano te es ajeno. Así que seguimos el ciclo de las conversaciones de las últimas quedadas, actualidad política con un repaso más exhaustivo que Informe Semanal, cambio climático, reconversiones empresariales, cuidados y atención de los servicios públicos. No parece apasionante en un primer vistazo, lo sé, y se aleja de todos los tópicos sobre una reunión de mujeres amigas menos en un asunto en el que siempre terminamos con posturas encontradas.

Y es aquí donde el jurado del premio Nobel de Economía ha venido a rescatarnos, porque si el sábado hubiéramos conocido a Claudia Goldin hubiéramos discutido igual, pero con más información. Podríamos servirle como focus group sobre brecha salarial y maternidad, sobre la evolución en el cuidado de los hijos y la asincronía con los permisos de paternidad, las cuotas en los trabajos tecnológicos, el desempleo o el éxito directivo porque el azar además del esfuerzo y el mérito te lleva a un extremo u otro. Siempre nos enzarzamos en este tema, que si los permisos retribuidos operan distinto en los mujeres que en los hombres, es información y no opinión que durante la pandemia los investigadores publicaron más que las investigadoras, pero la solución que ofertamos es distinta según cada una de nosotras. Van desde un modelo en el que el permiso remunerado sea más largo y solo para uno de los dos de la pareja o la defensa a ultranza del modelo actual, aunque se siga demostrando ineficaz en los resultados. La profesora Goldin tenía la respuesta, que los hombres deben decirle a sus empresas que no quieren perderse el cuidado de sus hijos. Y que nosotras, las que somos madres igual quieren perdérselo un poquito más sin que eso sea un crimen social. Las que empezamos a socializarnos juntas casi con una misma visión de la vida nos hemos ido convirtiendo en un grupo heterogéneo, con visiones distintas sobre la igualdad. Porque pertenecer a un mismo género no te otorga una visión mágica e infalible sobre la solución de los problemas, lo que sí te permite la amistad es estar en posiciones casi antagónicas sin juzgar la otra opinión y encontrar puntos de acuerdo como la Nobel de economía, el primer hijo lo cambia todo, bien lo sabemos nosotras.

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