EL TRIÁNGULO

Cocaína rosa

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Son casos aislados, o al menos eso pensamos, pero por ello no menos dolorosos. La muerte de un chico de 14 años, causada por ingerir cocaína junto a unos muchachos de su misma edad a los que había conocido por Instagram, debiera desatar uno de los debates pendientes que tenemos como sociedad. ¿Cómo es posible que un grupo de adolescentes compre droga sintética para volcarla en una bebida energética que beben, parece que por voluntad propia, hasta que cuando uno de ellos empieza a convulsionar, graban ese instante para subirlo a las redes sociales, en este caso malditas? El citado vídeo desapareció inmediatamente, no sabemos si fueron los mismos muchachos o fue el propio servidor de Instagram quien lo censuró. Y mientras eso sucedía el chico terminaba falleciendo a consecuencia de un paro cardiaco.

Es difícil acertar cuál era el grado de dolor que esos muchachos querían provocarse, pero es evidente que la idea inicial ya comportaba en sí misma una carga de irresponsable maldad importante: compraron droga y quisieron divertirse sin calcular unas consecuencias que desgraciadamente fueron mortales y que causaron el sufrimiento de una persona a la que le sobrevino la muerte y a la que abandonaron, porque simplemente son unos niñatos que no respetan ni saben de todas las horas negras que ese muchacho vivió en tan solo unos segundos, ni de las que sus padres y amigos de verdad reproducirán veces y más veces a lo largo de su vida, hasta ahogarse en el recuerdo y en ese espacio de pesadillas que otorga lo inexplicable y ciertamente evitable.

Es detestable que algo así suceda. Es detestable que el punto álgido de la diversión de algunos adolescentes sea directamente proporcional al dolor causado a otro ser humano que resulta inferior, sea hombre o mujer, y al que se abandona porque la manada tiene que protegerse y cuando comprende que la broma ha ido demasiado lejos ya es tarde para todo y solo sirve la huida. Es detestable que la diversión de algunos adolescentes pase por los ataques violentos hacia mujeres y pase por devaluar la vida hasta convertirla en una jauría ruidosa de risas insoportables de muchachos necios. Casi seguro que esos adolescentes tienen unos padres que los quieren y seguro que entre ellos se consideran amigos y es muy probable que haya un líder y lo que es seguro, y nadie duda, es que jugaron con la muerte y la muerte los visitó de la forma más brutal y por eso la sociedad los condena, olvidando como olvida lo más importante: educar. Y no solo a los hijos. Ellos solo querían ser héroes de su propia galaxia.

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