Opinión | EL TRIÁNGULO

Carta ansiosa a la ciudadanía

Si cuando tienes algo que comunicar haces como mucho un par de llamadas o escribes en tres o cuatro chats de WhatsApp, ya te digo que no eres nadie. Lo importante ahora se anuncia por carta siempre con el mismo destinatario, la ciudadanía, aunque lo mas preciso sería llamarlo un post en redes. Ni siquiera podría asegurar que el contenido sea lo más relevante del asunto, porque lo que importa aquí es el remitente, siempre uno de esos con mayúsculas, el destinatario es esa amalgama de los tristes mortales, todos nosotros. Los que para tomar un tiempo de pensar tenemos que hacerlo en fin de semana o en las vacaciones, o la común alternativa de reflexionar mientras vas o vuelves de algún sitio, pones la lavadora o fichas en el trabajo, la posibilidad de parar no existe. Hay que llegar a un límite que nadie desea para que el tiempo sea recetado en una baja médica, y tengas que comunicarlo con cierto temor en el trabajo y con explicaciones a los más cercanos.

No me parece mal que los políticos nos comuniquen sus estados vitales y estratégicos así a todos los ciudadanos de golpe, si nosotros colgamos fotos de lo que comemos o del último corte de pelo. Cómo no nos va a comunicar Oriol Junqueras, con lo que ese hombre ha pasado y después del desastre electoral de su partido, que se va a descansar pero que luego vuelve. Esta misiva no nos deja con la incógnita como la del presidente Sánchez, es un nuevo formato con final cerrado, lo que agradecemos mucho que ya vivimos con bastante incertidumbre como para ir haciendo un calendario de cuenta atrás de nuestros líderes. Feijóo se fue el puente de mayo, pero no escribió carta, no estaba al corriente de esta nueva moda en comunicación política, y además lo hizo en diferido, hay costumbres que cuesta arrancarse.

Pero volviendo a nosotros, a los que nos llaman la atención por ser los que más ansiolíticos del mundo consumimos, que yo creo que en otras partes no lo apuntan bien, hay que aguantar además que desde las sociedades médicas nos abronquen por tomarlos. Además de ser una sociedad fatigada, será que nos apetece ir medicados porque no tenemos capacidad de frustración, de soportar el dolor o la pena. Yo esperaría un diagnóstico de los especialistas que no nos hiciera solo responsables a nosotros de una manera además tan intergeneracional, sin género adscrito. Esta táctica me recuerda a la de mi madre que cuando te resfriabas, te echaba la culpa como si tuvieras una capacidad sobrenatural para parar los virus. Igual tenemos que llenar el espacio público de cartas que nos enviemos unos a otros para pedir un poco de aire, gracias.

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